Si nadie lo remedia, el asesino múltiple Joaquín Ferrándiz, aquel que segó la vida de Sonia Rubio y de otras cuatro chicas, saldrá en libertad el 23 de julio de 2023. No veo ese día a vecinos de Castelló realizando un recibimiento popular a semejante escoria, con el acompañamiento de dolçainers i tabaleters. Igual si el criminal Ferrándiz fuese de Bilbao, la cosa cambiaba. Sin ir más lejos, días pasados otro asesino en serie, el etarra Agustín Almaraz dejó, libre como un pájaro, el centro penitenciario de Basauri. En el barrio bilbaíno de Santucho un comité de recepción dio la bienvenida al héroe Almaraz, cuyos grandes logros en bien de la patria vasca quedan resumidos en el asesinato de cuatro seres humanos más toda un vida dedicada a la extorsión y el crimen organizado de aquella secta de perros rabiosos llamada ETA.

España ya tuvo a sus talibanes, o los sigue teniendo. Nunca se sabe qué pueden hacer en un futuro los facinerosos de la capucha que todavía siguen por ahí. Algunos en sus pueblos, otros en la cárcel esperando la pronta libertad (la sombra de EH Bildu es alargada en la componenda política) y unos cuantos escondidos en repúblicas bananeras del otro lado del Atlántico. Dicen que ETA está liquidada pero, insisto, ni la organización terrorista ha pedido perdón, ni ha mostrado el mínimo resquicio de arrepentimiento y lo que es más concluyente, no ha entregado las armas.

El asesino en serie Almaraz lució atuendo adecuado para que le dispensaran el ongi etorri, enfundado en una camiseta de la antigua Unión Soviética, roja como la bandera comunista y sin que faltara la hoz y el martillo. Seguramente habría estado más en su salsa exhibiendo una prenda con el hacha y la serpiente, pero él y sus asesores debieron pensar que era un riesgo por aquello de la apología del terrorismo. Total, ya era bastante el desafío, la mofa, la befa y el ciscarse en las víctimas, con la fiesta de bienvenida amenizada con el txistu, calurosas palabras de bertsolaris y muestras de solidaridad a raudales al hijo tanto tiempo cautivo, al gudari valeroso que tan bien y certeramente disparaba por la espalda. Ah que Bilbao es España, claro. Sería imposible ver periódicamente (lo de Almaraz se viene repitiendo desde hace demasiado) este tipo de actos en una ciudad francesa, alemana, italiana, británica y ya no sigo.

En nuestro país el reptil etarra sigue latente, no hay más que ver los vídeos e imágenes del homenaje al último terrorista liberado. Cuidado, girar la cabeza y ponerse de perfil por oportunismo político puede llevar a situaciones impredecibles. De momento la desvergüenza y la canallada de ver cómo se tolera la aclamación a delincuentes con las manos manchadas de sangre. ¿Para esta depravación de la vida democrática no hay respuesta? ¿Hasta cuándo hay que aguantar semejante ignominia? ¿Dónde está la memoria histórica para los criminales que tras asesinar a destajo durante años ahora disfrutan del reconocimiento de fanáticos que siguen admirando el mal que fue y es ETA, con la complicidad de Otegi el generalísimo de Bildu? Fanáticos que, desde las herriko tabernas hasta las sacristías de incalificables como Don Serapio, el cura de Patria, siguen en su devaneo mental.

Después de que en Bilbao un grupo de talibanes festejara la salida a la calle de un asesino en serie, la población navarra de Alsasua volvió a ser escenario del Ospa Eguna el acto de repulsa a las fuerzas de seguridad. Este año, adláteres de Bildu y diversa morralla pro etarra, incluyó a la Gendarmería francesa. El próximo año podrían protestar al otro lado de los Pirineos. Seguramente, allí el Gobierno de la República francesa no sería tan amable.

Periodista y escritor