Ladrillos rotos y neumáticos desgastados, podadas ramas e inodoros cochambrosos, frigoríficos obsoletos y estanterías inservibles, destripados sillones y sillas cojas, retorcidos parachoques y televisores sin imagen, colchones esponjosos y tresillos desfondados, harapos sin bolsa y bolsas con compresas y usados condones domésticos, incivismo de una ultraminoría ciudadana y ciudadanos mayoritarios que observan cómo se carece de vigilancia, falta de higiene y desvergüenza antiestética, la fealdad en el entorno y la demagógica palabrería de munícipes locales un año y otro año, un lustro y otro lustro, una década y otra década, capuletos y montescos, los populares del PP, los del PSPV-PSOE o la trilogía de Fadrell , qué más da, que no saben ponerle un punto y final a la mierda de los desaprensivos.

Aunque la mierda incívica, antiecológica y maloliente, sin paliativo alguno, está ahí, aparece y desaparece con la misma periodicidad con que se apagan y encienden las luces de los intermitentes en el automóvil familiar.

La enumeración no es, desde luego, una enumeración poética como las enumeraciones que nos enseñó a descubrir el hispanista alemán Leo Spitzer. Esas las encuentran ustedes, vecinos, en la poesía anglosajona contemporánea que dejó bellísimas huellas en el Poeta en Nueva York de nuestro Federico García Lorca. La enumeración caótica que encabeza estas líneas la tienen ustedes también en la información gráfica, que se publicó en este mismo periódico el día 20 del pasado julio pandémico y el 14 de agosto de este año del Señor del 2021. Las imágenes públicas valen más que cien palabras, o que la humilde enumeración de la mierda, realizada por quien suscribe. La información, y sobre todo la información gráfica, la pueden encontrar en las hemerotecas, o paseando por los puntos álgidos donde una minoría irresponsable deposita la mierda.

Porque hablamos, vecinos, de vertidos incontrolados, de abandono de toda clase de basura junto a los contenedores que tenemos a nuestra disposición, como tenemos un ecoparque ejemplar y gratuito. Hablamos de un tipo de actuaciones minoritarias que afectan e inciden en el bienestar, la higiene y, bien mirado, la convivencia. La inmensa mayoría de ciudadanos, y votantes de Castelló, Vila-real, Almassora, Burriana o cualquier otro municipio vecino, no actúa de tal guisa; antes bien la ciudadanía de por estos pagos, y durante los tres últimos decenios, se ha acostumbrado a depositar la basura que genera de forma selectiva. Ahí está sin ir más lejos el modélico y gratuito ecoparque de la Quadra Quarta de Dalt, al lado mismo de la vía de circunvalación de la capital del Riu Sec. El ecoparque que se puso en marcha durante uno de los mandatos de José Luis Gimeno, y cuya inauguración saludamos quienes tenemos el entorno en la entretela afectiva que nos acompaña, llegó tarde y bien.

Como tarde y regular llegó hace unos meses la instalación de los contenedores marrones para depositar los desechos orgánicos que se generan en nuestros domicilios. E indicamos que regular, porque hizo falta, y sigue haciendo falta, una campaña publicitaria –prensa, radio, televisión– explicando el porqué y la finalidad de los contenedores marrones. En nuestra Europa del centro y del norte, el invento de los contenedores marrones ya funcionaba a mediados de la década de los noventa del último siglo. Pero vengamos a los de aquí. A la enumeración caótica que origina el incivismo, acompañado de mierda.

¿Hasta cuándo el vertedero incontrolado y la basura irresponsable junto a los contenedores? El concejal del Partido Popular Vicente Guillamón le exige a la trilogía de Fadrell que intervenga de forma urgente, porque se daña la imagen de la ciudad en plena campaña turística, dice. Pero se queda a mitad de la película por dos razones: la primera era que nos afecta a los ciudadanos y votantes que no somos turistas; y la otra era que a buenas horas mangas verdes, esto es, que de atrás le viene la punta al garbanzo, y anteriores gobiernos locales del PP no hicieron nada efectivo para que desapareciese la enumeración caótica de la basura en nuestra existencia cotidiana. Así pierde la llamada oposición toda credibilidad social y política. Aunque comulgamos la inmensa mayoría de votantes castellonenses con él, en el sentido que la enumeración caótica de la mierda ha de desaparecer. ¿Cómo? Ese es el tema.

Y el tema es ¿quién atenta contra la higiene y el bienestar de la ciudadanía en general? Cuatro irresponsables necesitados de advertencia y sanción; como de sanción y advertencia necesita quien infringe las normas de circulación. El adelantamiento o el aparcamiento indebido tienen su sanción o multa, los que depositan mierda por doquier también deben tenerla. Los responsables de la circulación son la Guardia Civil, la Policía Nacional y la Local. Los responsables, últimos que no primeros, de la enumeración de la mierda son los ciudadanos uniformados de las fuerzas armadas de la municipalidad, los municipales. Los responsables primeros son quienes imparten las directrices para la actuación de nuestros guardias urbanos: los ediles del Ayuntamiento, responsables de la Policía Local. Y, que sepamos, no hay vigilancia ni sanciones, mientras pagamos religiosamente las multas por un mal aparcamiento.

No es difícil la vigilancia ni la sanción. Las fuerzas uniformadas de la municipalidad no necesitan de la intuición o el pálpito de Plinio, el municipal protagonista literario de las novelas negras del manchego García Pavón. No necesitan la agudeza del investigador Carvalho de Vázquez Montalbán, y menos la sagacidad del Hércules Poirot de Agatha Christie, o del Sherlock Holmes de Conan Doyle. Se necesita una vigilancia local discreta, nada difícil, para desenmascarar a los irresponsables. Y se necesita, en primer lugar, unos ediles municipales que den las órdenes oportunas sin pensar en resultados electorales, o si la responsabilidad acarrea votos o no.an de pensar en el conjunto de la ciudadanía.

Vecinos, es una vergüenza que, a escasos cien metros de la sede de nuestros guardias municipales, tengamos los castellonenses, un día y el otro también, la enumeración caótica de la mierda.