Acabamos de vivir en Peñíscola dos días de emociones, de devoción y de sentimiento. Los días 8 y 9 de septiembre son para los peñiscolanos días grandes, en los que nos reencontramos y celebramos lo que fuimos, lo que somos y compartimos el anhelo de lo que queremos ser.

En estos tiempos de pandemia, con las restricciones sanitarias y los datos encogiéndonos el corazón, las agendas han sido distintas, hemos ajustado tiempos y rediseñado actos para poder garantizar la seguridad de todos.

Por segundo año, hemos renunciado a parte de las tradiciones, pero no a la devoción y a nuestra voluntad de compartirla, aunque haya sido sin abrazos.

Hemos reducido aforos, controlado espacios, evitado riesgos, pero hay algo distinto en los ojos de todos, algo diferente que hemos leído en las miradas que nos acompañaban sobre las mascarillas. El pasado año, vivimos un septiembre falto de esperanza, descorazonador, con el desasosiego de lo que había sucedido en los meses anteriores y sin certezas de que llegaríamos a conseguir estar mejor, en un horizonte cercano.

Este año, en cambio, a pesar de los avances de la pandemia y las variantes del covid-19, se respira otro ambiente; hemos conseguido mirar al frente y creernos que vamos a conseguir salir de esta bien pronto. Con los pies en el suelo, anclados en el convencimiento de que la investigación y la evidencia científica deben acompañarnos en este camino, abrimos las puertas a la esperanza, comenzamos nuestro camino en la recuperación de nuestra libertad.

Estos días llenos de sonrisas tapadas, he compartido con mis vecinos la sensación de que avanzamos, de que este verano ha sido ya mejor que el anterior; hemos conversado sobre la importancia de creernos que podemos y que somos capaces de conseguir recuperar el ritmo de nuestras vidas.

No está siendo fácil, pero debemos seguir en la brecha, convencidos de que podemos y debemos ser responsables, sin renunciar a recuperar nuestra libertad.

Alcalde de Peñíscola