Recordar es revivir. Ahora –y siempre-- al cabo de los años recuerdo con gratitud al que fue mi maestro y maestro de tantos, Luis Revest Corzo, al que aprecié como profesor, erudito y sabut. Archivero, bibliotecario y cronista de Castelló. Fue uno de los firmantes de las Normes de Castelló y fundador, entre otros, de la Sociedad Castellonense de Cultura, y luego secretario, en cuyo seno realizó un valioso estudio de las Cartas Pueblas, entre otras extraordinarias aportaciones como su obra La llengua valenciana. Notes per al seu estudi i conreu (1930), contribución esencial para los acuerdos de les Normes. Y no menos importante el Libre de les ordinacions de la vila de Castelló, siendo uno de los más preclaros eruditos de la época.
Como alumno recuerdo sus clases amenas y sustanciosas. Durante el bachillerato tuve un problema con el Ministerio de Educación por ser becario y llevar un nombre (y no solo el apellido) extranjero, lo cual suponía retirar la beca. Don Luis, siempre solícito, me acompañó a Juzgados y oficinas para arreglar el desaguisado. Lo resolvió con una fórmula inusual: desde aquel momento, a efectos académicos, me llamaría Juan-Enrique en lugar de Jean-Henri, que es el nombre que figura en el Registro. Nunca podré agradecerle las gestiones realizadas en mi favor y su humanidad.
Influyó en los alumnos para orientarles en su vida. Mi amigo Antonio Gascó sé que estudió Historia por la orientación del maestro. Y yo hice mis pinitos, modestamente, en la prensa gracias a sus consejos. De bien nacidos es ser agradecidos. Juzguemos a las personas por el bien que hicieron más que por los errores que hubieran podido cometer. El agradecimiento, como decía Lao Tse, es la memoria del corazón.
Profesor