El Periódico Mediterráneo

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Paco Mariscal

Al contrataque

Paco Mariscal

Aves torpes de torvo vuelo

Pim, pam, pum. Se levanta la veda, vecinos, y corren, en gran número, este otoño liebres y conejos por donde Els Estrets y el Racó de Rata de Vilafamés, como corren desprevenidos por el País Valenciano. La superpoblación de estos mamíferos comestibles se ha de reducir para mantener un equilibrio natural; equilibrio del que antiguamente se ocupaban nuestros agricultores, sobre todo los labradores en masías como núcleo económico y familiar. Tuvimos lluvias y verde en el campo y alimento para los herbívoros. También tenemos en las comarcas castellonenses exceso de jabalíes, cuyo número puede reducirse, mediante la caza, para que su presencia no cause destrozos. Pim, pam, pum. Se levanta la veda, vecinos, y pasan los tordos o zorzales hacía el Sur, buscando sustento en la aceituna que pinta en nuestros campos. Ese tordo con cebolla y níscalos, platito de aceitunas partidas y vaso de vino, que no son identitarios, sino placer para el paladar en la Fira d’Onda. Se cazaban, con orden, tordos en el parany, cuando el reclamo en ese parany venía determinado por las cuerdas vocales del cazador, y no por el cassette. También los ordenados y respetuosos cazadores de antaño utilizaban con frecuencia y como reclamo un tordo enjaulado y un búho. La caza del tordo suponía una especie de alivio económico a la hora de alimentarse el humilde cazador. Nada que ver con los cassettes, grandes fiestas y exterminio indiscriminado de aves. Pim, pam, pum. Se levanta la veda, vecinos, y aparecen las escopetas de los cazadores, junto a la imagen en el recuerdo del gran escritor y cazador que fue Miguel Delibes, un amante de la naturaleza y su equilibrio, aquél que dejó dicho que cazar no es sinónimo, no significa lo mismo «que volver del campo con el morral o zurrón siempre lleno». Uno, humildemente, añadiría que «ni lleno ni indiscriminado» como puede o podría ocurrir, si no se cuida con tiento la caza, en el parany o en el aveall o asivador.

Pim, pam, pum. Se levanta la veda, vecinos y allegados por donde Castelló del Riu Sec, y acuden a la memoria «Las canciones que me cantaba mi vieja madre». Canciones que no son las composiciones entrañables de resonancias gitanas de Dvorak, el de Bohemia y el de la Sinfonía del Nuevo Mundo, sino los romances de ciego que aprendió uno de la madre que lo parió, que nació por donde crece el Pinsapo en el Sur peninsular. Entre esos romances, el del Milagro de San Antonio, el San Antonio que, de niño, encerró, sin exterminar, a las aves que picaban el sembrado de su padre, mientras su devoto progenitor asistía a la misa dominical. Y las volvió a soltar cuando su padre regresó, y salieron ordenadas de su encierro las águilas y las garzas, las avutardas y los gavilanes, los mochuelos y la grajas, los tordos y los mirlos, los verderones y las cardelinas, las golondrinas y las cordornices. En el parany i aveall y todas las demás aves deberían de quedar libres sin milagros, con racionalidad, con caza selectiva del tordo, con reclamo natural y no sofisticado.

Pim, pam pum. Se levanta la veda, aunque no cesa la caza, fiera y airada y furtiva, de otras aves con torvo vuelo, en el ámbito de la vida pública. Porque en el ámbito de la vida pública, cuando se levanta la veda, tropezamos con un populismo demagógico, estrechamente ligado a la extrema derecha, que identifica la caza del tordo con sabediosqué identidades y tradiciones. Y que --pim, pam, pum-- desprecia al adversario político en el tema de la caza. Son poseedores de la verdad dogmática absoluta en torno a nuestra cultura, identidad, o en torno a esa malla selectiva, por probar, en el parany. Pim, pam, pum. Me refiero a un diputado provincial del PP y a la representante máxima de dicho partido en nuestra provincia. Uno, hoy, añora a Delibes y a San Antonio.

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