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Enrique Ballester

Barraca y tangana

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Deportes

Lo único que pido

Gente que se apunta a una humillación como quien se inscribe en una fiesta. Gente que ni le va ni le viene, pero protesta

Hay quien intenta salvar los leones marinos y las focas y yo siento demasiada compasión por los entrenadores destituidos. Me dan bastante lástima porque se quedan solísimos y su defensa es una de mis múltiples causas perdidas. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que son lo peor, todo el mundo los señala como culpables máximos o únicos, todo el mundo conforma una turba tal que llega un momento que ya no importa lo que pase o lo que se diga porque se ha dictado sentencia. El entrenador caído no tiene quien le escriba ni quien lo proteja: se convierte en el repositorio perfecto de todas las frustraciones, los traumas y las neuras de la clientela más diversa.

Que oye, que quizá alguno se lo merezca, pero en esto funciono siempre con la alarma puesta. Gente que se apunta a una humillación como quien se inscribe en una fiesta. Gente que ni le va ni le viene, pero protesta. Gente que pasaba por ahí y se une para exigir supuestas deudas.

Puede que Ronald Koeman no haya obtenido los resultados deseados en el Barcelona, puede que su equipo no ataque ni defienda y puede que no se hubiera clasificado ni para la Copa de la UEFA, pero al menos nunca me ha preguntado por wasap cosas que podría haber buscado fácil en Google por su cuenta.

¿Por qué abunda tanto últimamente en mi vida ese tipo de personas? No lo sé. Quieren saber a qué hora juega su equipo el domingo y en lugar de buscarlo me lo preguntan. Quieren saber quién entrenó al Valencia antes de Marcelino García Toral y en lugar de buscarlo me lo preguntan. Quieren saber quién ganó en 1987 una etapa de montaña en la Vuelta a España y en lugar de buscarlo me lo preguntan. Yo ya me he rendido y opto por la resignación: lo busco en Google, hago una captura de pantalla y la envío como respuesta, a ver si así pillan la indirecta. Pero no, he acabado asumiendo el rol de buscador personal, que ni siquiera los milmillonarios dueños de Google tienen ese servicio a su disposición, que para eso fundaron Google precisamente.

Diréis lo que queráis de Koeman, pero no me ha hecho ninguna de estas.

Igual la gente --los cretinos pensamos con frecuencia que nosotros no somos ‘la gente’- queda para cenar en un restaurante y en lugar de buscar dónde está el local te lo pregunta por wasap porque considera que no tiene tiempo para nada. Igual por eso también la gente apenas ve ahora los partidos de fútbol, pero luego igual se suma a la jauría letal en los veredictos. Yo pediría desde aquí que para juzgar al menos vieran los partidos, todos y cada uno de ellos, en directo o repetidos. Si para hacerlo deben sacrificar horas de sueño y verlos durante la madrugada, que los vean. Si por eso rinden menos al día siguiente en el trabajo y los acaban despidiendo, que los vean igual. Si para verlos deben desatender a la pareja, a los hijos y al resto de la familia, no importa. Y si al final se quedan sin casa y acaban durmiendo en la calle, y algún vagabundo se les acerca y saca el tema del fútbol y de su equipo, al menos hablarán de ello con conocimiento de causa y no de oídas. Tampoco es tanto, digo yo, el sacrificio exigido. Es lo que toca, en estos tiempos complejos, y lo único que pido.

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