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Enrique Ballester

Barraca y tangana

Enrique Ballester

Deportes

Por esto pago el abono

Por esto el fútbol es lo mejor. Por esto me he quitado el pijama. Por esto siempre acabamos volviendo con o sin sentido

El Castellón jugaba al mediodía el típico partido que da bastante pereza. Dudé hasta el último segundo si verlo por la tele o acercarme a Castalia. Dilemas que te plantea la vida. Ocurre que luego si pierdes te sientes mal por no haber ido, así que me hice el ánimo, me mentalicé para la heroicidad y acumulé las fuerzas necesarias para quitarme el pijama.

En realidad fui principalmente porque lo pedía mi hijo, que de paso arrastró a su madre aka mi mujer y ésta a su vez a nuestra hija, que estaba del todo menos convencida. Cuando llegamos a nuestros asientos hacía más calor del esperado, además, un sol rotundo allá donde se anunciaba amenaza de lluvia, y mi hija apreció en ello el filón perfecto para el escaqueo y la huida. No la culpo ni la riño sino al contrario, la admiro: se compinchó audaz con su hermano y al descanso se marcharon todos a tomar el vermú por ahí cerca y a la sombra. En la grada me quedé a solas bajo el solazo, por orgullo, yo, que recuerdo que no quería ir al partido. Así con la manita me dijo adiós el cabrón de mi hijo.

En momentos de este tipo es importante que el fútbol esté a la altura, y cuando digo fútbol no me refiero a lo que se llama partido. Porque íbamos ganando, pero la mañana era dura. Empezó a enderezarse en el descanso, porque se celebró un concurso. Para ganar, un par de aficionados debían tirar un penalti al larguero. A mí esas cosas me dan la vida. Fallaron todos los lanzamientos y yo fantaseé con los futbolistas saliendo al campo para criticar a los concursantes, en justa venganza por lo que seguro que alguna vez les habrían dicho. Que saliera ahí nuestro delantero a reírse en cada fallo, en plan ‘¿ahora qué?, calvo, ahora quién es aquí el burro, que desde arriba se ve todo muy sencillo’.

Para la segunda parte se acercaron unos amigos. Entre ellos, el Vikis. Si la mañana era dura, en general, para él alcanzaba rango de suplicio. El Vikis llevaba dos días saliendo y después del fútbol había quedado a comer y a enredarse de nuevo. Todo esto lo supe por terceros, porque el Vikis lógicamente no podía articular palabra. Se podría decir que lo suyo era pura tortura, al borde de la insolación: sin gorra y sin agua porque aún cierran las barras por el covid, sudando la resaca, el Vikis iba y venía, desaparecía durante 15 minutos y nadie sabía dónde se escondía, y aparecía fugazmente como un mediapuntita mentirós en un partido cuesta arriba.

En el descuento y cuando lo dábamos por muerto, en plena defensa de la victoria ajustada, el Vikis regresó como una epifanía, llevándose nuestros aplausos en una ovación más que merecida. Sin embargo a nuestro alrededor pensaron que estábamos apoyando al equipo, que sufría aguantando el tipo, y de repente se arrancaron a animar a nuestro rebufo, con palmas y cánticos, que quedamos como los mejores aficionados del mundo, los más fieles y auténticos líderes de masas, los salvadores, cuando solo queríamos reírnos de nuestro amigo.

En ese instante de asombro absurdo, culminado por el susto de un casi penalti en contra y el jolgorio de una magnífica tangana, lo vi al fin todo claro, entre aspavientos y risas. Por esto pago el abono. Por esto el fútbol es lo mejor. Por esto he hecho bien en haber venido. Por esto me he quitado el pijama. Por esto siempre acabamos volviendo con o sin sentido. Por esto, tan pequeño y tan grande, el puto fútbol, seguro que entendéis lo que digo.

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