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Antonio Gascó

COSAS MÍAS

Antonio Gascó

Salvado por la campana

Estoy leyendo un libro sobre los rituales de la muerte en los siglos pasados. No es que yo sea especialmente macabro o que tenga necrofilia aguda, aunque bueno ya estoy cronológicamente más cerca que lejos de ese acontecer del que, solo se ha escapado Uno, según dicen los Evangelios.

En ese florilegio de macabrerías, me ha llamado la atención el que hay citas, de que a más de uno le enterraron vivo. Sirva de ejemplo la investigación, en 1905, del reformista británico William Tebb, quien aseguró haber encontrado pruebas de 219 individuos que estuvieron en un tris de ser sepultados sin haber pasado al otro mundo. De otros 149 a quienes se enterró sin haber recibido la visita de la parca y se dejaron las uñas en el envés de la tapa del ataúd. De 10 casos de autopsias de personas que no habían fallecido y de dos en los que el muerto se despertó mientras era embalsamado, con el consiguiente soponcio de los galenos que estaban en tan lúgubres actividades. Se cuenta que la madre del general confederado Robert Lee, sufría narcolepsia y en uno de sus ataques creyéndola difunta, la enterraron en la cripta familiar. Por fortuna, un deudo que fue a llevarle flores oyó golpes y gritos en el panteón y a renglón seguido la rescataron.

Este hecho y otros parecidos, llevaron a algunos afectos de tafafobia a diseñar un artilugio consistente en una campana que emergía de la tumba, cuyo badajo iba unido a una cuerda que atravesaba el féretro y acababa en las manos del presunto finado. Dicen que, en algunas ocasiones, se oyó el tintineo y ello acuñó la frase hecha de «salvado por la campana». Aunque no se lo crea el lector, el origen de esa locución viene del boxeo, en referencia al púgil que, tras recibir una somanta importante, escucha con alivio el gong que señala el final del asalto.

Cronista oficial de Castelló

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