Inquisición del siglo XXI

El maestro Raúl del Pozo no ceja en advertir la epidemia de la nueva moralidad política que irrumpe con la agitación de Lenin y la perversidad táctica de Mao, en un extraño momento en el que las grandes luces de las letras españolas, con Quevedo a la cabeza, estarían tan estigmatizadas como en tiempos del Santo Oficio. El nuevo filomarxismo camuflado de progre, incluso de verde, avanza impregnando los poros de la sociedad en una tarea eficaz, que hace reverdecer las palabras de Bertol Brecht cuando lo de Hitler. El dogmatismo feroz que, bajo el mismo patrón, avanza en un sorprendente proceso de asfixiar las libertades individuales en nombre de las colectivas, concordante con lo que ya puso en práctica Stalin, va ganando terreno. Es una inmersión apoyada en la fragilidad del Gobierno dividido, en cuyo seno, llámese Unidas Podemos, subyace el núcleo intelectual de tan peligroso proceso. Y en esas estamos, la Inquisición del siglo XXI tiene activistas aleccionados que trabajan con ahínco en el objetivo de acabar con el régimen del 78, eliminar a la Monarquía, tapar la boca de los ciudadanos díscolos y censurar, cuando no cerrar, los medios de comunicación privados, que en el mundo libre son espina dorsal de la democracia.

Cercenar la libertad de expresión es meta irrenunciable de algunos que utilizan la palabra inclusivo como ariete de su sectarismo. Recientemente, abundando en lo que Raúl viene advirtiendo, un colega de Madrid me comentaba la presión que sienten él y sus compañeros en el día a día, confesando que más de uno opta por la autocensura. Habrá que reaccionar, le dije yo. Tendremos que reaccionar, contestó él. ¡Si Larra o Blasco Ibáñez levantaran la cabeza!

Periodista y escritor

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