Opinión | Inquietudes de un europeo

francesc Michavila

La lección alemana

La verdadera Política con ‘p’ mayúscula es la que se funda en los principios de la audacia, el coraje, la razón y la tolerancia

El pasado 26 de septiembre tuvieron lugar las elecciones alemanas. Los resultados adelantados por las primeras encuestas publicadas tras el cierre de los colegios electorales, y confirmados en el posterior recuento, se ajustaron a las previsiones y dieron la victoria a los socialdemócratas por una escasa diferencia.

Nada fue sorprendente aquella noche en cuanto a los votos obtenidos por los partidos principales; sin embargo, la retransmisión televisiva dio paso unos minutos más tarde a un programa que desconocía y que me resultó ejemplar, denominado la Berliner Runde, o, como es conocido popularmente, la ronda de los elefantes. Un ejercicio ejemplar de democracia, pues consistía en un debate entre los líderes de los principales partidos políticos sobre los datos recién conocidos, sus impresiones y sus expectativas. Con la retransmisión en directo de las dos principales cadenas públicas de televisión, ZDF y ARD, allí estaban el cristianodemócrata Armin Laschet, el socialdemócrata Olaf Scholz, la ecologista Annalena Baerbock, y el liberal Christian Lindner, analizando los porcentajes que los sondeos les otorgaban y explicando cuáles eran sus expectativas de pactos, y las posibles alianzas para la formación del gobierno que iba a salir de la contienda electoral. Un debate convertido en un diálogo a cuatro bandas, sin exabruptos ni ofensas a los adversarios. Una transparencia que hace aún más encomiable la práctica democrática.

Alemania es un país admirable, y esa lección cívica lo hace todavía en mayor medida. Su grandeza viene dada por ser la patria de científicos, pensadores, músicos y escritores de talla colosal, cuyas aportaciones al progreso y la construcción de un proyecto europeo fundado en el conocimiento y la cultura son enormes. Alemanes son, entre otros muchos, el matemático David Hilbert, el músico Ludwig van Beethoven, el dramaturgo Johann Wolfgang Goethe, el físico Max Planck o el más grande de los filósofos, Immanuel Kant.

Cierto es que en la primera mitad del siglo XX la historia alemana tuvo las peores páginas negras imaginables, escritas a sangre y fuego por unos dirigentes nazis que extendieron el terror y la destrucción por toda Europa y más allá de sus confines. No pocos de los ciudadanos alemanes también fueron perseguidos por alzar su voz en contra de aquel totalitarismo, como fue el caso del filósofo berlinés Walter Benjamin; el de Willy Brandt, que posteriormente sería alcalde de Berlín, o el del austríaco Stefan Zweig, tras la anexión de su país por el Tercer Reich en 1938.

Sentado frente al televisor, viendo el desarrollo de la ronda de los elefantes vino a mi memoria una frase del libro Los amigos de Voltaire, escrito por Evelyn Beatrice Hall en 1906 y que pone en boca del filósofo francés esta afirmación: «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». También pensé en Albert Camus, que decía que un demócrata es aquel con suficiente honestidad como para admitir que su adversario puede tener razón. Y recordé cómo, en plena guerra civil, Manuel Azaña, en su libro La velada en Benicarló, elogiaba por medio del personaje Garcés «la parte templada del espíritu, donde no se aclimatan la mística ni el fanatismo político, de donde está excluida toda aspiración a lo absoluto».

Una posterior reflexión sobre esa ronda de los elefantes, ese ejemplo alemán de buena práctica en la vida democrática ciudadana, me lleva de nuevo a mis pensamientos e inquietudes europeas. Una entrevista que me hizo la periodista Paloma Aguilar para este mismo diario a principios del pasado mes de octubre, la encabezaba con este titular: Una Europa unida es audacia, coraje, razón y tolerancia. El encuentro televisivo de los líderes alemanes la noche del 26 de septiembre estaba basado en dos de esos pilares, la razón y la tolerancia. La razón de los argumentos propios y la tolerancia ante las ideas del adversario, para buscar posibles entendimientos.

Alguno pensará al leerme que lo que argumento no es otra cosa que utopía o anhelos ilusos, que aquí en el sur de Europa no caben comportamientos así de moderados o de respetuosos con los demás. O sea, que la única política posible entre nosotros es la que se escribe con p minúscula, la de los maniobreros, los oportunistas o la de aquellos con cortos vuelos. Pero la Política, con p mayúscula, es la que no descarta la utopía. ¿Acaso el idealismo aquí solo puede o, lo que es más grave, debe verse en las pantallas de los cines? ¿Son utópicos los que piensan que la educación es una palanca que puede mover el mundo, para hacerlo más justo y confortable? La Política, con p mayúscula, sea valenciana, española o europea, es la que se funda en los cuatro principios que destacaba la periodista con el titular de aquella entrevista, en la armonía entre ellos, y si no es posible ante una circunstancia concreta aplicarlos todos a la vez, nada justifica que se descarten los cuatro y que la acción política discurra con frecuencia en el fango y los gritos reemplacen al diálogo Ante un planteamiento semejante, lo malo no es no saber sino no estar dispuesto a no aprender.

Resuelta la incógnita de quién gobernará Alemania los próximos años, la siguiente batalla de la política europea tendrá lugar en las urnas francesas en abril del 2022. El ritmo de avance la construcción europea dependerá de su resultado, así como del freno de los populismos ultras. ¿Puede ser el tándem formado por Macron y Scholz, o Scholz y Macron, si se prefiere este otro orden, el que lidere el proceso europeísta dentro de unos pocos meses?

Aunque nadie puede negar el protagonismo principal de Alemania y Francia, si se hace con un sentido de continuidad histórica, la responsabilidad no les compete en exclusiva ni la magnitud de los problemas pendientes, los casos de Polonia y Hungría son ejemplos de su dificultad, y hacen que sea razonable su liderazgo en exclusiva. Otros dirigentes, por ser leales a la causa europea, como Mario Draghi, y otros países, por sus actuaciones en favor de los valores europeos, como España o Portugal, han de asumir mayores cuotas de protagonismo activo en la búsqueda de acuerdos y la elaboración de políticas para resolver los actuales problemas de nuestra imprescindible Europa.

*Rector honorario de la Universitat Jaume I

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents