Este fin de semana he participado en una mesa redonda organizada por ESN (Erasmus Student Network) en la que, entre otras cuestiones, tratamos la importancia que tiene la educación no solo en el proceso formativo de las personas, sino como la herramienta clave para paliar las desigualdades socioeconómicas que existen en la sociedad.
Una de las principales inquietudes que transmiten los y las jóvenes en entornos universitarios es que a día de hoy, poseer un título universitario ya no es garantía de nada. No en vano, la cifra de personas que con título universitario se encuentra en hogares con bajos ingresos se ha duplicado en la última década y sin tener en cuenta todavía la afección que tendrá la pandemia del covid-19 sobre esta realidad. En la misma línea, la cifra de personas que con título universitario se encuentran en riesgo de exclusión social también se ha duplicado en los últimos años.
Si bien es cierto que medidas como el gran aumento del Salario Mínimo Interprofesional o los diferentes planes de Garantía Juvenil e inserción laboral para jóvenes que se están impulsando recientemente ayudan a que las dinámicas comentadas no se agraven aún más, es necesario anticiparse a los efectos que la pandemia está empezando a provocar no solo sobre la realidad laboral y económica de los y las jóvenes, sino también sobre su salud mental debido a la carga psicológica que han supuesto estos últimos años en todos los sentidos.
Las administraciones debemos desempeñar un rol esencial a la hora de garantizar que la generación que ha sufrido las crisis más crueles de las últimas décadas tenga las mismas oportunidades independientemente de su origen social y económico. Debemos ser el motor del ascensor social que las políticas neoliberales junto con las sucesivas crisis económicas se empeñan en averiar.
Concejal de Juventud en Castelló
