Confieso que tenía tanta ansiedad como miedo a volver a Castalia. Los turnos laborales no se pueden cambiar siempre y Footters nunca fue la solución. Soy un clásico y necesito ponerme en pie cuando los jugadores saltan al césped; el día que en ese instante místico no se me haga un nudo en la garganta, deje de asomar una furtiva lágrima y no se me erice la piel, pensaré que estoy más muerto que vivo. Los albinegros precisamos la droga de Castalia, pero mis dudas intestinales me perseguían: no quería tener que correr escaleras abajo, con toda la grada pendiente de mis apretones, más por orgullo que por vergüenza. Y tengo que decir que pasé el examen con nota. Otros, no lo tengo tan claro.

Para quienes miran la clasificación antes de ocupar su asiento, yo entre ellos, el rival debía ser goleado, pero la victoria fue más trabajada que brillante, más casual --en los estertores-- que por ocasiones acumuladas. Aquellos que apostaban por el espectáculo ante la reaparición de Pablo Hernández, obviaron el desagradable maltrato a que suele ser sometido por el rival, pecaminoso incluso, si enfrente se alinea un filial que, por definición, debiera rendir pleitesía al balón y no a las marcas. Nuestra gran esperanza se diluyó desubicado.

Unos y otros olvidamos que acabamos de salir de una cuarentena que, sin ser grave, es indudable que nos debilitó. Fue, pues, el típico partido del que renegamos caso de haber mantenido el empate del minuto 90, pero que ya ha quedado salvado en esta montaña rusa del calendario a la que nos abocamos y para la que devenía fundamental empezar con buen pie. No incidiré en los errores, individuales, colectivos o infortunados, si no en la satisfacción por el extraordinario momento de Sibille, Salva Ruiz o Mario Barco. El triunfo y las razones sobre las que se basó son la mejor argumentación para seguir reclamando refuerzos en el mercado de invierno, no para aplazarlos.

Mas resulta injusto que se cargue sobre futbolistas y entrenador la desmedida exigencia de un ascenso sin que se compense con otro recurso que la profesionalidad y el orgullo que derrochan. Lo contrario supone continuar acudiendo a Castalia con dudas, las mismas que nos amenazan con el retraso de la convocatoria de la junta general de accionistas. Y demasiados apretones seguidos suelen tener un ruidoso final.