La educación es una de las cuestiones más importantes de la sociedad, sobre la que debería existir un amplio consenso y regularse por una ley sensata, todo lo contrario a la actual.
Amo los libros, soy un devoto lector y desde luego estoy a favor de que cada cual publique lo que quiera con libertad de expresión y luego el mercado marcará su éxito, no las subvenciones e intromisiones políticas a favor o en contra, que no me gustan nada. La síntesis de ambos temas son los libros educativos, deben educar en valores, conseguir una formación integral, el libre acceso y contraste de la información y el conocimiento de la cultura del esfuerzo, la igualdad, la justicia, el respeto al diferente, la diversidad y la cultura democrática. Principios genéricos mayoritariamente aceptados.
Algunas AMPAS, profesores y todos los políticos autodenominados progresistas, creen que esos valores se reflejan en las siguientes expresiones: «Si estás follando con tres gintonics encima, una raya de coca y compartís un porro, eso no es el chemex, eso es una fiesta de toda la vida»; «al obispo le dan por culo»; «el obispo homofóbico también se la comía». Yo no lo creo, el sentido común, que no abunda, me indica que fomentar el alcoholismo, las drogas o cualquier tendencia sexual, más allá de lo que cada cual libremente decida y sobre todo el odio a los que no están de acuerdo, no es educativo ni inclusivo, ni forma en nada más que en mediocridad. Eso sí, adoctrina y trata de que nadie piense y todos seamos borreguitos de lo políticamente correcto, arruina la educación y ataca la auténtica libertad.
*Notario y doctor en Derecho