El Periódico Mediterráneo

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Paco Mariscal

AL CONTRATAQUE

Paco Mariscal

No es arroz amargo

Vecinos y allegados del Riu Sec: aturdidos por la voz metálica de los niños que cantan la lotería prenavideña, envueltos por el polvo de las obras de remodelación que se están llevando a cabo, contemplamos las imágenes fotográficas de un tiempo pasado que está presente en nuestros rostros envejecidos. Se trata de la discreta y neorromántica exposición de medio centenar de fotografías del humedal costero castellonense, conocido entre nosotros como el Quadro de l’arrós, cuando era tal y no un despropósito urbanístico. La exposición puede visitarse ya en la Cámara Agraria de la avinguda del Lledó ahora; se podrá visitar sin polvo de obras más tranquilamente en enero. Las fotos en blanco y negro de la exposición vienen a ser un buen exponente del trabajo callado o escasamente vocinglero de Fernando Navarro. El munícipe que se ocupa de la transició ecològica, la agricultura, el medi ambient, el cicle integral de l’aigua i el nou model energètic. No es poco en tiempos grises y atenazados por la pandemia. Fernando es un podemita del País Valenciano en la capital de la Plana poco emparentado con las formas, maneras y manifestaciones públicas del destartalado político, por lo demás figura televisiva con audiencia, que ejerció durante unos meses como vicepresidente de gobierno de la anchas Españas. Navarro es serio, y las fotos de su exposición agradables e interesantes.

El trabajo silencioso de Fernando no se tradujo en una melodramática historia social del arroz castellonense; en una historia como la que se nos cuenta en Riso amaro, la genial película neorrealista de Giuseppe de Santis que gira en torno a los temporeros del arroz en el Valle del Po italiano. Nuestro humedal está más cerca, más vital y armonioso en las fotos de la Cámara Agraria. En las fotos del Quadro no se distingue el sapo común que los mozalbetes de pocos años atrapaban para venderlos por una peseta a los labradores que combatían las plagas de insectos en sus verduras con batracios; en las fotos aparecen niños bañándose en la Sèquia de l’Obra, y muchos agricultores, con la fuerza corporal de juventud, labrando y sembrando entre el agua y la, verde y oscura, tierra de nuestro humedal, que conocimos en la Plana cuando acabábamos de abrir los ojos a la vida. Caras robustas y contentas con alpargatas de esparto. Caras, quizás hoy ancianas, que tenemos delante estas Navidades pandémicas.

Se nos olvida casi todo

Porque quizá en este laborioso, cálido, multicultural y bullicioso Castelló del presente se nos olvida casi todo. Se nos olvida, y eso lo verán ustedes en la exposición, lo que era el fanguejar con que se eliminaban las malas hierbas y se evitaba que la semilla del arroz no flotara después y se perdiera; se enterarán de quien era el guiador de los sembradores del humedal; comprobarán cómo se sembraba de recules, hacia atrás; observarán las pequeñas eras donde se secaba el grano y cómo los más pequeños, descalzos, abrían entre el grano cavallons para que el secado fuese más rápido. Y verán, sobre todo, respeto a la naturaleza y al entorno junto a alquerías donde se guardaban los utensilios de labranza.

En las fotos de la Cámara Agraria no aparecen mosquitos ni sapos que siempre estuvieron allí desde tiempo inmemorial como explicó Cavanilles el siglo XVIII. En las fotos aparecen, aunque de forma casi desapercibida, los nombres de quienes, por afecto a un pasado y presente, le cedieron las fotos a Navarro: La familia de Vicent Porcar, el Pinyés del Raval, la familia de Enrique Pascual, Vicente Cervera, de los Romero, de los Sánchez, nos vieron a recordar que el arroz no tiene por qué ser amargo, aun cuando amarga sea la desaparición en gran parte de una prenda natural como nuestro humedal.

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