Opinión | PUNTO DE VISTA

La mascarilla

En el Siglo de Oro voces preclaras, de pluma y espada, clamarían ante la cosmética estrategia del Gobierno en la pandemia que nos acucia y los intentos de silenciar a quienes fuera del pesebre institucional no dan la espalda a la realidad. Resulta actual la Epístola satírica de Quevedo, de la que reproduzco un fragmento, dedicada al entonces todo poderoso conde-duque de Olivares: «No he de callar por más que con el dedo/Ya tocando la boca, ya la frente/Me representes o silencio o miedo». Las cuadernas de España crujen cual navío azotado por la tempestad y el capitán apuesta por la cosmética y la apostura a lo Errol Flynn interpretando al corsario inglés de Halcón del Mar. Por toda brillante medida, ante la mayor emergencia nacional desde la guerra civil, el presidente Sánchez encarga un decreto para obligar a la ciudadanía a que utilice la mascarilla en el exterior y deja el grueso del marrón sanitario a las autonomías, con lo cual volvemos a tener 17 criterios. Sigue vigente el camarote de los hermanos Marx, pero sin la genialidad de aquellos y con las perniciosas consecuencias de estar jugando con la salud y la economía de los españoles.

Largo tiempo viene pidiendo Pablo Casado una Ley Orgánica de Pandemias, y largo tiempo Pedro Sánchez pasa olímpicamente de asumir la responsabilidad. El último episodio ocurrió el pasado miércoles, en el Congreso de los Diputados, cuando el líder del PP volvió a solicitar la medida. El Flynn de la Moncloa aprovechó para tildar a Casado de «agorero» y al día siguiente siguió con su mascarada ante el cabreo de los presidentes autonómicos. Con el centro-derecha gobernando habría agitada respuesta en la calle. Ahora, pelillos a la mar.

Periodista y escritor

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents