Querido/a lector/a, hablar de la Navidad es hablar de reuniones familiares, de que vuelvan a la casa de los padres los que viven fuera. En definitiva, es hablar de convivencia. Pero, desde la presencia del covid en nuestras vidas, también es hablar de la dificultad e inseguridad de mantener la tradición de estar juntos. Duda o incertidumbre que la sufrimos todos, pero de forma especial los que tenemos familiares fuera de la comunidad, del País Valencià.
Por eso, estos días, preocupado por la posibilidad de que los contagios provocados por la variante ómicron impidiese la llegada a casa de mi legión extranjera, de mis hijos y nietos, me sumergí en averiguar las medidas de precaución anticovid que tienen las nacionalidades y regiones que integran España. Medidas que eran diferentes. Así, por ejemplo: Madrid no plantea cierres ni prohibiciones ni solicita el certificado covid, en Canarias es voluntario para las empresas hosteleras, Andalucía acaba de recibir el visto bueno de la justicia para su implementación... Diversidad, que si la miras de cerca la entiendes. Y es que, hablamos siempre en términos generales del nivel de vacunación, o de que los contagios se disparan y muchas comunidades ya están cerca del 20% en la ocupación de las UCI... pero todos sabemos que la realidad concreta señala que la sanidad esta transferida a las autonomías y que ni los políticos piensan igual ni la situación es similar en todas ellas.
De ahí que, ante mis ojos, lo extraño no era la diferencia, sino que durante estas fiestas y sin decretar un estado de alarma, no hubieran unas normas de consenso y de carácter general que, a la vez que hicieran frente a la ómicron, evitarán duras restricciones y facilitarán el abrazo familiar. De ahí, la importancia de la reunión de los presidentes autonómicos y el decreto del gobierno de Pedro Sánchez. Más o menos.
Analista político
