Opinión | AL CONTRATAQUE

Zaherir por donde Vinaròs

Aquel profesor de mediana edad predicaba con el ejemplo: puntual, preparado en la materia, serio y atento con su reducido grupo de alumnos. No llegábamos a la docena los estudiantes que entonces se interesaban por conocer la lengua del Corán. Hace más de medio siglo, y ya han caído muchas hojas de calendario. Con paciencia infinita nos enseñó a escribir de derecha a izquierda el alfabeto o alifato árabe, a distinguir el alif y la hamza iniciales en tantísimos vocablos, a leer y aprender en la primeras suras del Libro Sagrado el genitivo en el idioma del Profeta, porque es bastante conocido que el Libro, el al-Kitab por excelencia comienza con aquello de Ismi Allahi, esto es, en el nombre de Dios. Un Dios que lo es también de cristianos y judíos. Aunque lo más destacable, amigos y vecinos del Riu Sec, era el aprendizaje del vocabulario. El diestro profe partía casi siempre de la toponimia valenciana conocida para instruirnos en materia de léxico. Una de las primeras palabras que asimilamos para siempre fue bina rus, campos de arroz, es decir, nuestro Vinaròs.

Y ese otro día, vecinos, cuando uno arrancaba las últimas hojas del calendario de este año pandémico, se dio de bruces con el desaguisado político en los inexistentes, en la actualidad, campos de arroz de Vinaròs. En apariencia el desaguisado parece una trivialidad o banalidad de mal gusto, insustancial y de poca trascendencia. Quizás lo sea trivial, banal, estúpido y con desagradable humor escatológico. Un juego de amigos invisibles en el que se regalan los desechos del matadero animal. Cabeza y vísceras de un cordero degollado como ofrenda del concejal socialista José Chaler a la edil de Podemos Anna Fibla. Ni serio, ni atento, ni predicando con el ejemplo y el decoro. Excusarse, pedir perdón y propósito de enmienda, no bastan. Y no es que se trate de un caso grande ni pequeño de corrupción política. Es que se trata de un lamentable nivel cultural, puntual, y la manifestación de un talante y un comportamiento repudiable en quienes desempeñan un cargo público. Es gasolina regalada por la izquierda moderada a la extrema derecha, que atiza el fuego para quemar democracia, ridiculizando a todos los políticos, en el País Valenciano, en las anchas Españas y en el resto de nuestra Europa. No es un incidente esporádico y único en Vinaròs. Estos incidentes nada anecdóticos suelen ocurrir con frecuencia en el escenario político, con mayor o menor grado de desvergüenza.

Dejar el consistorio

En el caso de Vinaròs, nadie debería solicitar la dimisión al edil. Ni su partido, ni sus vecinos y votantes. En el caso de Vinaròs, lo inmediato es que el interesado por las cabezas de cordero, de motu propio hubiese dejado el consistorio de los Campos de Arroz. Y, dejado el consistorio, iniciar unas cortas vacaciones políticas, durante las cuales leer los escritos e informarse de las públicas actuaciones de dos grandes socialistas o socialdemócratas hispanos: Pablo Iglesias, el abuelo fundador, e Indalecio Prieto, el autodidacta más honroso que existió sobre la Piel de Toro. De don Inda, podría ojear cuanto publicó, finalizada la Incivil Guerra, en la prensa mejicana y que se editó bajo el título Palabras al viento. Y a los dirigentes del PSPV-PSOE, alguien les tendría que hablar algún día, no de cómo conseguir votos, sino de algo tan sencillo como «la formación de militantes».

Porque esto último es un mal endémico en el partido mayoritario de la izquierda hispana, y no solo en tierras valencianas, desde hace muchos lustros. La estabilidad y la gestión de un gobierno municipal como el gobierno de coalición de nuestra Bina rus han de ser serios y ejemplares, como el profe de lengua árabe, y no estar sujetos a comportamientos concretos que carecen de tino.

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