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Casimiro López Llorente

CARTA DEL OBISPO

Casimiro López Llorente

Año Nuevo en cristiano

Acabamos de comenzar un nuevo año. En estos días nos felicitamos y nos deseamos un «feliz y próspero año nuevo». Hay quienes, incluso, se felicitan por el final del año viejo por las malas experiencias vividas a lo largo del mismo, esperando que en el nuevo todo vaya a mejor y quede superada la pandemia que nos aflige.

Hace unos días me llamaba un joven para desearme una buena salida y entrada de año. Y me preguntó cómo iba a celebrarlo. Le respondí que rezando para dar gracias a Dios por las innumerables gracias recibidas a lo largo del año viejo y para pedirle su bendición en el nuevo año para todos. Y le dije: así se comienza un nuevo año en cristiano. Mi buen amigo se echó a reír.

Pero ¿cuál es el sentido del año nuevo para un cristiano? En la liturgia de la Iglesia, es el día octavo después de la Navidad. Al poner el comienzo del año bajo el misterio de la Navidad, el tiempo queda iluminado y transformado. Sin la fe cristiana, nuestro calendario no es otra cosa que la medida de las rotaciones de la tierra: en 24 horas, la tierra gira en torno a sí misma, y en 365 días, lo hace en torno al sol. Día y año son algo mecánico y repetitivo; un círculo que no tiene ningún de dónde y adónde. Y la tierra realiza su carrera, prescindiendo del sufrimiento y de las esperanzas de los hombres.

La fe cristiana ilumina y transforma el tiempo. Su unidad de medida son las acciones de Dios, en las cuales Él viene a la humanidad, para darle su amor, vida y esperanza. Los dos grandes acontecimientos que proporcionan al tiempo un nuevo eje son el nacimiento y la resurrección de Jesucristo. A partir de estos hechos de Dios, surgen las fiestas cristianas. Es la expresión del inagotable amor de Dios que viene a nosotros en la acción del recuerdo. Así el comienzo del año en cristiano posee un nuevo contenido: es la posibilidad siempre nueva de retornar a la bondad de Dios que se ha hecho carne y que nos da el poder de convertirnos en hijos de Dios si acogemos en la fe al Niño-Dios. Feliz y bendecido Año Nuevo.

Obispo de Segorbe-Castellón

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