El Periódico Mediterráneo

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Paco Mariscal

AL CONTRATAQUE

Paco Mariscal

Vamos a escuchar al Viento

Nuestros demonios introspectivos nos trasladaron las últimas semanas del desaparecido 2021 a la isla de nuestros conciudadanos de La Palma, donde dejó de rugir el volcán y, en la desolación, se entreveía un resquicio de esperanza en el umbral del 2022. En las riberas del Riu Sec, por donde Castelló, atravesamos el umbral del año sin quitarnos la alpargata doméstica, la pandemia obliga. Qué podemos hacer, vecinos. Aunque el voluntario confinamiento lo mitigaron la música y la niebla. El ocaso del día de San Silvestre entraron en casa las notas del concierto de Berlín. Entraron príncipes, princesas, magos y monstruos de un cuento ruso convertido en ballet con compases de Igor Stravinski. Una delicia: música grave y estrepitosa cuando aparecen los monstruos, y suave y melodiosa cuando danzan los humanos. Eso es El pájaro de fuego y eso fue en Nochevieja la Orquesta Filarmónica de la capital prusiana. Las claritas del día del Año Nuevo nos dieron, envueltos en la niebla, junto al televisor, atentos a la Orquesta Sinfónica de Tenerife, de las mejores en el panorama musical hispano. Los de Tenerife nos regalaron, en la Segunda Cadena, un montón de piezas cortas con temática musical navideña casi siempre o hispana. Uno, vecinos del Riu Sec, se quedó con la versión orquestal del Tamborinero, con la romanza Adiós Granada de la zarzuela Emigrantes, y con el Vamos a escuchar al Viento de Benito Cabrera. Esta última composición es una especie de villancico que habla de esperanza, claridad y libertad frente al mar. Y el joven maestro Cabrera, con su isla a cuestas busca un planeta por hogar en Navidad. Cabrera recuperó instrumentos como el timple de cuerda canario, vino a ser el taparogles musical de las nuestras islas atlánticas y, sobre todo, un gran humanista. Y todavía envueltos en niebla esa mañana del día primero del año, estuvimos atentos a los compases que nos llegan tradicionalmente desde el Musikverein de Viena. El pasado sábado dirigidos por otro gran humanista: Daniel Barenboim. Un ciudadano judío del mundo que viaja con pasaporte español, argentino, palestino e israelí; un maestro de la música y un ser humano que, de no existir, tendríamos que inventarlo. La música desde Viena como siempre: los Strauss, los azules danubios y la Marcha de Radetzky. Bien. Pero lo más atractivo fue el corto parlamento en inglés del maestro Barenboim: un corto discurso esperanzador deseando concordia y armonía entre los pueblos del planeta, diversos como diversos son los instrumentos y músicos de una orquesta, pero tocando todos al unísono de la libertad y la paz.

Claro que, vecinos, desconocemos si las escasas y esperanzadoras palabras de Barenboim llegaron hasta el Riu Sec. Aquí en La Plana, y hasta pasado el mediodía, la niebla era espesa. Una niebla que tardaba en disiparse o esbargir-se i escampar-se en la lengua de por aquí. Tal y como tarda en disiparse la crispación y el desencuentro en determinados cuadros de nuestra clase política. No hay umbral ni Año Nuevo, ni música, ni escuchar al Viento. Siguen algunos dirigentes del PP en erupción, graznando estupideces tales como las revolucionarias bajadas de impuestos, novedad de los últimos meses, y sin estudiar en qué países se paga más y se tienen mejores prestaciones sociales. Amén. Y siguen sin umbral ni Año Nuevo, algunos autocomplacientes en nuestro gobierno local, quienes, mirándose el ombligo, y no la estética los tiempos que corren, se aplauden a sí mismos porque han aprobado un Plan General de urbanismo, de cuyos resultados hablarán nuestros nietos y biznietos. Y la letanía de nieblas y graznidos que no desaparecen se hace interminable a orillas del Riu Sec, donde la niebla real es por lo general poco frecuente. Por eso nos quedamos con Barenboim y nos vamos con frecuencia a escuchar al Viento.

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