El Periódico Mediterráneo

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Francesc Michavila

Inquietudes de un europeo

Francesc Michavila

Éric Zemmour, el discípulo europeo de Trump

Como su maestro estadounidense, el aspirante de extrema derecha a la Presidencia de Francia se deleita con la manipulación y la mentira

Nuestro mundo se ve azotado por dos epidemias. Una acecha los cuerpos, con la angustia de ser infectados por un tipo de coronavirus que ha cambiado, en dos años escasos, el modo de vivir personal y la convivencia social. La otra, cuyo origen es anterior en el tiempo, es enemiga del espíritu. Tras la crisis financiera de 2008, a raíz de las políticas económicas que los principales dirigentes del continente, encabezados por el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, adoptaron para contrarrestarla medidas fundadas en la austeridad, el rigor económico y la negación de ningún tipo de solidaridad con los más débiles. Desde entonces una ola de populismo ha recorrido Europa, y el resto del mundo, confundiendo a muchos de sus habitantes con falsos espejismos.

No pocos ideólogos y líderes políticos han compartido visiones apocalípticas o demagógicas, y han culpado de los males que sufren sus pueblos a los inmigrantes. No cabe duda que Donald Trump es el político que mejor representa a esta saga de oportunistas. Trump encarna los oscuros principios que comparten todos ellos: el dominio del arte de la manipulación, el supremacismo de sus respectivos pueblos, el odio como base de la acción política…

En abril próximo hay elecciones presidenciales en Francia. Con tal motivo, a la orilla del Sena, le ha salido al norteamericano un alumno aventajado y peligroso en extremo, ya que no es burdo, goza de un cierto refinamiento. A diferencia del neoyorkino, se trata de un escritor, no es un bravucón metido a empresario. Como su maestro, se deleita con la manipulación y la mentira. Se llama Éric Zemmour y hace pocas semanas se ha proclamado candidato a la Presidencia de la República, ha sabido encontrar el momento propicio para ser escuchado y el viento favorable de las encuestas le ha encumbrado. Incluso, algunas le han situado por delante de la veterana dirigente del Rassemblement National, Marine Le Pen, a quien disputa el voto de la extrema derecha.

Zemmour, editorialista y periodista de Le Figaro y de CNews, publicó en 2014 un libro titulado Le Suicide français, que fue acogido con mucha curiosidad por la notoriedad del autor y por sus comentarios populistas sobre la inmigración y el futuro de Francia. A modo de lanzamiento de su candidatura, Zemmour publicó a finales del último verano un nuevo volumen que lleva por título La France n’a dit pas son dernier mot, que constituye un compendio de sus ideas para salvar a Francia de lo que denomina reemplazo por inmigrantes que, según él, amenazan a los franceses con arrebatarles su propio país.

Bien es cierto que Francia en la actualidad duda y se siente insegura. Así lo percibí en mi último viaje a París a principios del pasado noviembre. De forma cíclica, por sentirse decadente, débil o en retroceso, de forma pasajera o prolongada, a lo largo los últimos doscientos años se ha asustado varias veces al mirar al porvenir y han surgido quienes pretendían salvarla: Napoleón III, Pétain, Poujade, los Le Pen y, ahora, Zemmour, capaz de cualquier exageración con tal de superar a la líder del Rassemblement National y colarse en la segunda vuelta de los comicios presidenciales. Lo paradójico del caso es que la radicalización del ambiente electoral francés y la subida espectacular de la intención de voto para Zemmour no se corresponde con la actitud mayoritaria en la sociedad francesa. Según una encuesta reciente publicada por Le Monde, los sentimientos que «mejor reflejan su estado de espíritu» son la incertidumbre (para el 39% de los encuestados), seguida de la inquietud, con el 38%, y de la fatiga, con el 37%; mientras que solo el 14% siente cólera.

¿Qué dice y qué piensa Zemmour? El aspirante a salvador de Francia antepone la defensa de la gloria secular de los franceses a la solución de sus problemas cotidianos. La inmigración y la identidad nacional son sus preocupaciones capitales. Propone un referéndum para frenar la inmigración y pretende expulsar dos millones de extranjeros, entre ellos a los que se hallen en un paro de larga duración. Tampoco piensa admitir estudiantes extranjeros, salvo aquellos que se acepten tras «un análisis caso por caso». Además, Zemmour quiere suprimir los derechos de suelo y de asilo o el reagrupamiento familiar.

La síntesis de racismo y de odio al diferente que contiene el pensamiento del periodista metido a político reaccionario, como él se califica a sí mismo, lo refleja cuando dice que los menas «no tienen nada que hacer aquí, son ladrones, son asesinos, son violadores, eso es todo lo que son, hay que expulsarlos». O cuando, so pretexto de defender a los franceses, acusó con mentiras al presidente Hollande a propósito del atentado de Bataclan diciendo que «no protegió a los franceses y tomó una decisión criminal de dejar las fronteras abiertas». Incluso ha creado un partido cuyo nombre lo dice todo: Reconquête (reconquista).

El antiguo editorialista de Le Figaro aboga por la supresión de la Loi Gayssot contra el delito de negacionismo. Zemmour adopta una actitud revisionista ante la Historia reciente de su país, y pretende borrar la culpa de Vichy, acusar de nuevo a Dreyfus, insistiendo en las falsedades de Charles Maurras, a la vez que critica el encausamiento del colaboracionista Maurice Papon.

¿Les parece poco provocador el personaje? Lo sorprendente es la actitud de Emmanuel Macron que, ante tantas manipulaciones, que arrastran en las encuestas a un porcentaje importante de los potenciales votantes, adopte el silencio como táctica, no contraponga unas respuestas contundentes en nombre de la razón y solo espere a que se desprestigie Zemmour con sus exageraciones. Al final, Zemmour no ganará, pero el daño a la patria de Voltaire, Laplace, Hugo y Camus ya estará hecho, ¿o acaso no lo es que la suma de los votos de la extrema derecha supere el treinta por ciento?

La posición del presidente francés trae a mi memoria un pensamiento de aquel intelectual francés de altos ideales que era Albert Camus. En sus diarios de los años cincuenta, publicados como libro por la editorial Debate con el título Vivir la lucidez, decía que «el francés ha conservado la costumbre y las tradiciones de la Revolución. Lo único que ha perdido son las agallas».

*Rector honorario de la Universitat Jaume I

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