El Periódico Mediterráneo

El Periódico Mediterráneo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jose Martí

A FONDO

José Martí

La Biblia del Oso

Su vida fue una auténtica novela de aventuras y su empresa, una lucha constante por el libre examen

No está mal regalar libros. Los Reyes Magos lo saben y, en mi caso, con la inevitable colonia y alguna prenda de vestuario, siempre vienen cargados de obras literarias. Este año acompañando alguna novedad editorial, Los Vencejos de Fernando Aramburu y El Huerto de Emerson de Luis Landero, me han traído una auténtica joya, una obra de excepción. Se trata de La Biblia del Oso. Según la traducción de Casiodoro de Reina publicada en Basilea el año 1569. La edición es de Alfaguara, que ya la publicó en 1987, pero en la actualidad se encontraba agotada.

Se trata de la traducción directa al castellano del siglo XVI de los textos hebreos que constituyen la Biblia. De su valor religioso y filosófico ahora hablaremos, pero el texto tiene también un gran valor literario. Alguien dijo que es como si la Biblia la hubiera escrito Cervantes. Lo del oso le da nombre, pero no se tiene muy claro su significado. Se trata de la marca tipográfica que acompaña la portada del escrito. Un oso rampante que se encarama a un panal puede tener el significado simbólico de aquel que quiere alcanzar la dulzura del mensaje divino o puede ser que simplemente fuera para despistar. Al parecer, durante mucho tiempo, la obra se atribuyó a un editor Apaiarius (Samuel Biener), que tiene la imagen del oso como marca de su editorial, pero en realidad el editor fue un portugués muy adinerado y de origen judío, Marcus Pérez, que dio protección a Casiodoro.

Y eso era lo que le faltaba a Casiodoro de Reina, patrocinio y protección. Porque su vida fue una auténtica novela de aventuras, y su empresa, una lucha constante por el libre examen y la libertad de creencia y un canto al humanismo y la tolerancia. En el prólogo Andreu Jaume, un estudioso del autor, sintetiza sus avatares biográficos: «Fray Casiodoro era alguien muy conocido y perseguido por la Inquisición. Su efigie fue quemada en el auto de fe de Sevilla del 26 de abril de 1562 y sus obras incluidas en el índice de libros prohibidos, donde fue tachado de dogmatizador y hereje. En su exilio europeo lo acompañaron sus padres y hermanos y vivió entre Ginebra, Londres, Amberes o Frankfurt. Durante su periplo, además de traducir la Biblia, fray Casiodoro se casó y tuvo hijos, se procuró sustento como tejedor y comerciante de sedas, sirvió como bibliotecario e informante político, cultivó amistades peligrosas y consiguió morir en paz y habiendo llevado a término la gran obra de su vida».

La primera traducción directa de la Biblia

No solo lo persiguió la Inquisición; se puso a salvo de ella en Ginebra, pero allí los calvinistas, que ya habían quemado a Miguel Servet, también lo persiguen y tiene que huir de nuevo. Así, huyendo de católicos, de los servicios secretos de Felipe II, de calvinistas y otras sectas de las iglesias reformadas pasa gran parte de su vida y, a lo largo de doce años, tiene tiempo para hacer la primera traducción directa de la Biblia al castellano. El muy ortodoxo Menéndez y Pelayo, que escribió Historia de los Heterodoxos Españoles y, por tanto, poco amigo de sus ideas, no tiene empacho en reconocer que «junto con la obra de Cervantes constituye la mayor aportación literaria de la lengua española».

Este reformador español, maestro renacentista y gran defensor de la tolerancia, lo que de hecho hace con su magna obra es defender la libertad individual, lo que entonces se llamaba el libre examen, muy presente en los erasmistas y luteranos. Nadie se ha de interponer entre el texto sagrado y el lector. La palabra de Dios no puede quedar encerrada, secuestrada en manos de unos pocos. Contrariamente eso era lo que defendía la Iglesia Católica, que en el Concilio de Trento lo dejaba clarísimo: «Si alguno no recibiese por canónicos y sagrados estos libros, íntegros, con todas sus partes, como en la Iglesia acostumbran a leerse, en la antigua edición Vulgata latina, sea anatema». Entre la Escritura y la Iglesia mandaba la Iglesia, Casiodoro creía lo contrario y luchó por ello.

Es uno entre los grandes humanistas y reformadores españoles. Los valencianos tenemos al más insigne de ellos, Juan Luis Vives, que vivifica una tradición que llega a Gregori Mayans i Siscar y els novators valencians. Mucho más dignos de ser conocidos de lo que realmente lo son. Aquí hemos tenido grandes figuras. Lo que pasa es que confundimos inexistencia con ignorancia.

Presidente de la Diputación de Castellón

Compartir el artículo

stats