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Joan Tapia

LA NOTA

Joan Tapia

¿Milagro en Lisboa?

António Costa fue elegido primer ministro de Portugal en 2015 y reelegido en 2019. Pero en ambas ocasiones encabezó un gobierno socialista en minoría apoyado --sin entrar en el Gobierno-- por dos partidos más a la izquierda, el Bloco de Esquerda y el histórico Partido Comunista. Fue el pacto de la geringonça que muchos creían condenado al fracaso pero que funcionó razonablemente bien. Era el modelo ansiado por Pedro Sánchez tras las elecciones de abril de 2019, cuando con 123 diputados quiso evitar la coalición y que Podemos le apoyara desde fuera. Hubo que repetir elecciones, el PSOE bajó tres escaños, Podemos siete, y Pablo Iglesias fue vicepresidente.

Pero volvamos a Portugal. La geringonça explotó a finales de 2021 cuando los dos partidos de extrema izquierda se negaron a votar los presupuestos socialistas. António Costa, desde el principio, había rehuido la política de austeridad (los recortes), pero sí había hecho bandera de la disciplina presupuestaria. No estaba dispuesto a que el déficit público desarbolara la economía y plantó cara al aumento del gasto que le exigían.

El presidente Rebelo de Sousa tuvo que convocar elecciones anticipadas y los resultados del domingo han sido una gran sorpresa. No solo porque Costa ha vuelto a ganar, cuando los sondeos daban un resultado incierto, sino porque tras seis años de gobierno los socialistas han logrado la mayoría absoluta. Una mayoría absoluta que es la segunda desde que Portugal recuperó la democracia y que es un caso casi único en Europa (Macron la tiene en Francia), donde la creciente fragmentación ha hecho que dominen los gobiernos en minoría o de coalición. El reciente gobierno alemán --modelo de país estable-- es un tripartito y el anterior de Merkel era una gran coalición de los dos grandes.

En la senda del crecimiento

¿Por qué Costa ha cosechado un milagro? Claro, tiene baraka pero además una política económica equilibrada --vigilando el gasto y el déficit público-- ha hecho que Portugal, un país que tuvo que ser rescatado, haya vuelto a la senda del crecimiento. Quizás también porque Costa ha inspirado confianza --asumiendo riesgos-- al decir no a un chantaje estúpido de la extrema izquierda. Por eso ha ganado votos y diputados mientras el Bloco y el PCP los perdían. El electorado le ha premiado y ha castigado a los partidos que le querían forzar la mano.

No es solo la economía. También debe haber contribuido mucho la buena convivencia con el presidente de la República (de centroderecha) y la recuperación de la imagen de Portugal como país solvente y con prestigio internacional. Dos pruebas. Un antiguo primer ministro, António Guterres, fue nombrado secretario general de la ONU en 2018 y Mario Centeno, su entonces ministro de Economía, fue elegido presidente del Ecofin. Algo que Nadia Calviño no consiguió luego pese a que -al contrario que Portugal-- España no fue un país rescatado. Al menos oficialmente. Añadamos una de las más efectivas campañas de vacunación de Europa que no ha impedido, no obstante, que la campaña electoral se hayan visto afectada por la pandemia.

Pese a las grandes descalificaciones de la derecha y de la izquierda a la praxis socialdemócrata, António Costa ha sabido mantener y aumentar la confianza de los portugueses que tras seis años de gobierno le acaban de dar la mayoría absoluta.

Alguien ha escrito que es «un hombre de izquierdas con una gran capacidad de diálogo a la derecha». Quizás no sea por esto, pero seguro que hoy Pedro Sánchez mira con asombro a su amigo de Lisboa.

Presidente del Comité Editorial de El Periódico

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