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Enrique Ballester

Barraca y tangana

Enrique Ballester

Deportes

Ningún héroe

Pasar la noche viendo resúmenes de la Conference League, pensando en memes con Kimmich, Valle y Compañeros, repasando la carrera de Mingo en la Wikipedia...

Al principio, hasta trabajar es divertido. Tengo un amigo que está atravesando esa fase. Cuando le queda un cuarto de hora para salir y ha terminado todas sus tareas, dice que se va 'a perder tiempo en el córner'. Esto es: se ata los cordones de los zapatos, simula revisar unos papeles, mira fijamente la pantalla mientras recuerda los goles que marcó en edad cadete... Disfruta de la ceremonia de la farsa hasta que el reloj marca la hora idónea. Entonces, se levanta y se va. La danza de la parsimonia. Perder tiempo en el córner

Diría, por cierto, que pocos hijos saben realmente en qué consiste el trabajo de sus padres. Los míos desde luego que no lo saben. Como hijos sabemos que nuestros padres van a una fábrica, a una panadería o a un periódico, pero poco más. Diría también, de hecho, que si los padres explicásemos todo lo que tenemos que hacer desde que suena el despertador hasta que volvemos a la cama, por lo general, los hijos centrarían su energía educativa en preparar el camino hacia la máxima quietud posible: una vida adulta, plácida y sin demasiadas complicaciones.

Mis hijos deberían conocer un 'minuto a minuto' de una semana cualquiera de sus padres, como advertencia, pero no. En realidad nadie explica el detalle, no sé por qué, y entonces entran en juego las vocaciones, los sueños y las aspiraciones, entonces asoma el 'a ver qué pasa', y cuando te quieres dar cuenta lo que pasa es una ambulancia. Eso es lo que no saben. Y te atropella. Eso es lo que pasa.

Yo sabía por ejemplo que mi madre iba cada día a trabajar a una caja de ahorros, pero poco más. Creo que daba préstamos a empresas o algo por el estilo, los decidía, aún no tengo mucha idea. Alguna vez subí a su despacho, de visita, y todos eran supersimpáticos conmigo. Pensaba que esa atención sonriente se debía a mi carisma natural, pero ahora intuyo que igual ayudaba que ella fuera la jefa y yo su hijo, igual.

Un mensaje

En las semanas previas a mi boda, que afronté también sin saber nada de bodas, de vez en cuando llegaban regalos a casa. Mi madre, que fue una niña lista de orígenes humildes, miraba la tarjeta de felicitación junto al repartidor, en la misma puerta. Si consideraba que había conflicto de intereses con su trabajo, devolvía los regalos siempre. No entraba conmigo en el detalle, pero ahora intuyo que lo de quedarme sin televisiones de desconocidos igual tenía que ver con esos préstamos, esas empresas y esas decisiones. Y no cuento esto para que penséis 'qué buena persona es la madre de Ballester', aunque ciertamente lo sea. Cuento esto para justificar los párrafos anteriores y decir a toda esa gente que mi madre ya se prejubiló hace tiempo, que me pueden enviar de nuevo esos regalos sin problema, que por favor me perdonen.

Mis padres eran y son más útiles para la sociedad que yo, y mis hijos también lo serán, cero dudas con eso y cero preocupaciones. En el futuro, cuando mis nietos me pregunten qué estaba haciendo mientras empezaba la Tercera Guerra Mundial, tendré que contestar que 'escribir una noticia sobre Grajo y Chorli, los nuevos drones de la Policía Local'. Y cuando insistan con un 'y qué más' me temo que empeorará. ¿Qué más?: pasar la noche viendo resúmenes de la Conference League, pensando en memes con Kimmich, Valle y Compañeros, repasando la carrera de Mingo en la Wikipedia... Perdiendo tiempo en el córner vital, como siempre, esperando que mis nietos no exijan demasiado a mis recuerdos, porque aquí no van a encontrar a ningún héroe. 

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