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Francisco Toledo

La guerra de Putin

La mayor parte de la importación de arcillas para la cerámica proviene de Ucrania y el sector también sufre el encarecimiento del gas

Hoy quería escribir sobre el día internacional de la mujer que se celebra el próximo martes, pero siento la necesidad de escribir sobre la guerra de Rusia. Sí, no digo la guerra de Ucrania porque es en Ucrania, pero no es de Ucrania. En ese país es donde se sufre, es el país que está siendo invadido y destruido, donde explotan las bombas y los misiles, donde muere la gente, donde pierden todo lo que tienen, de donde huyen quienes pueden hacerlo, pero la guerra es de Rusia, no es de Ucrania. No parece que sea la guerra de los rusos, a juzgar por las esporádicas manifestaciones en contra, a pesar de estar prohibidas y perseguidas por el régimen ruso, pero es la guerra de los mandamases de Rusia: Putin y sus adláteres. Por tanto, voy a hablar con más propiedad: de momento (y digo de momento porque nadie sabe cómo acabará esta barbaridad) es la guerra de Putin. Una guerra que ni siquiera ha sido declarada formalmente y que Putin justifica con una sarta de mentiras.

Es imposible no hacer un paralelismo con cómo empezó la segunda guerra mundial: con la invasión alemana de Polonia. Previamente Alemania se anexionó Austria y los territorios Checos sin necesidad de guerra. La historia se repite. Ahora es Rusia quien invade Ucrania tras anexionarse Crimea en 2014, anexión declarada inválida por la resolución 68/262 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, pero que persiste. Hasta ahí las similitudes. Ya sabemos las consecuencias del afán imperialista de Hitler y cómo acabó, pero es imposible predecir dónde nos llevará el afán expansionista de Putin. De momento estamos viendo sus efectos entre los que destaco: en Ucrania, muertes, destrucción, escasez de artículos de primera necesidad y éxodos de la población ucraniana hacia zonas rurales del país y hacia Polonia, cuantificados en más de dos millones de personas que han abandonado sus hogares, según la alta comisionada de Naciones Unidas para los derechos humanos; en Rusia, fuga de empresas extranjeras, desmoronamiento del rublo y la bolsa rusa, eliminación de Rusia de competiciones internacionales, cancelación de conexiones aéreas y marítimas con el resto del mundo, y duras sanciones económicas; en el resto del mundo, encarecimiento de la energía (especialmente del gas), crecimiento de la inflación y pérdidas de valor bursátil.

En Castellón tenemos efectos adicionales al resto del país por dos motivos. En primer lugar, porque la mayor parte de la importación de arcillas para la industria cerámica proviene de Ucrania que tiene unas arcillas con propiedades casi únicas. El sector cerámico, que siempre va por delante del viento, ha hecho acopio de material por lo que pudiera pasar, pero si se cortara el suministro desde Ucrania ese acopio durará lo que durará.

En segundo lugar, porque el encarecimiento del precio del gas, que es la energía primordial del sector y cuyo importe supone una importante parte del coste de producción, puede hacer perder ventas de forma preocupante.

Frente a estas amenazas, hay que destacar una fortaleza del sector cerámico castellonense: ha demostrado una admirable capacidad de resiliencia y gracias a su esfuerzo y buen hacer ha sabido salir fortalecido de todas las crisis. Estoy convencido que salvo que haya un escenario de guerra mundial, el sector seguirá funcionando, haciendo frente a todas las adversidades.

La guerra de Putin ha conseguido algo inaudito en la historia: la unanimidad mundial en su contra. Esta es una gran diferencia con la segunda guerra mundial en la que había dos bandos de aliados enfrentados entre si. Esta es la garantía para que la guerra de Putin se quede en una guerra local y no sea mundial (aunque tenga efectos colaterales en las economías de todo el mundo). Si esta unidad se conserva y se fortalece, Putin puede conseguir objetivos militares, puede ganar batallas, pero perderá la guerra y Rusia sufrirá mucho.

La gran pregunta es si Putin asumiría una derrota. Dado el perfil del personaje, que ha amenazado con emplear armas nucleares desde el principio, no creo que la asumiera de motu propio. Además, hay que tener en cuenta que antes de asumirla podría apretar el botón rojo aplicando el conocido refrán: de perdidos, al río. Sí, por muy terrible que parezca, por muy improbable que lo veamos a priori, no hay que desechar esa posibilidad. Al contrario, hay que tenerla presente para trabajar por que no suceda. Ahí es donde el entorno de Putin puede ser clave para evitar una masacre y para parar la guerra de Putin. Por eso me parecen necesarias las sanciones y medidas que les hagan sentir que esta guerra, aunque se libre a más de mil kilómetros de Moscú, también va con ellos y que ganándola no tienen nada a ganar y perdiéndola tienen mucho a perder. Es más, tienen mucho a perder mientras se está librando. Todos tenemos a perder.

Estamos en un momento crítico en el que hay que mostrar firmeza internacional contra la invasión de Ucrania, evitando las escaladas militares, y utilizar la única arma que no destruye: el diálogo. Diálogo con Putin y con quien haga falta, porque la unidad internacional y el diálogo son las claves para acabar con el sinsentido de la guerra de Putin.

*Catedrático de Ciencias de la Computación y la Inteligencia Artificial de la Universitat Jaume I

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