El Periódico Mediterráneo

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Ignacio Morell

DÍA MUNDIAL DEL AGUA

Ignacio Morell

Salvar a las aguas subterráneas

El agua subterránea se almacena en el subsuelo, en los acuíferos de nuestra provincia, de donde la extraemos mediante pozos para satisfacer el 100% de las demandas urbanas e industriales y prácticamente la mitad de la demanda agrícola. La otra mitad se cubre con los recursos superficiales asociados al río Mijares. La reutilización de aguas residuales no llega ni al 5% de sus posibilidades y la contribución de las plantas desaladoras es, por ahora, testimonial.

No cabe duda entonces de que hemos basado nuestra economía y nuestro desarrollo en las aguas subterráneas, y que así seguirá siendo. Sin embargo, algo está funcionando mal cuando, después de tanto tiempo, se hace necesario aprovechar el Día Mundial del Agua para reclamar mayor atención a las aguas subterráneas y para reivindicar su importancia.

La explotación desordenada de las aguas subterráneas puede parecer un problema menor, pero es la causa principal de la desaparición de manantiales, del descenso de caudales en los ríos, de la desecación de zonas húmedas, del deterioro irreversible de la calidad del agua, de la pérdida de humedad de los suelos y de la desertificación, entre otras consecuencias.

Este grave problema, que lamentablemente nada tiene que envidiar a otros más populares, se debe claramente a la ignorancia. En dura lucha contra la oscura herencia secular de los zahoríes, que pretendían “alumbrar aguas” mediante el manejo fraudulento de varillas de avellano, la Ciencia ha logrado desentrañar los misterios del agua subterránea y ha establecido las leyes que rigen el almacenamiento, la circulación y la distribución del agua en el subsuelo. El conocimiento de esas leyes no ha trascendido suficientemente ni a la sociedad ni a los gestores del agua, porque no son intuitivas ni evidentes.

El problema del agua en su conjunto

La transparencia informativa y la educación ciudadana deben ser más rigurosas. La educación no puede consistir en que debemos cerrar el grifo mientras nos limpiamos los dientes o que es mejor una ducha que un baño. Se necesita mucho más. El ciudadano debe entender el problema del agua en su conjunto porque solamente de esa manera puede exigir una mejor gestión del agua, que es un recurso público de primera necesidad, y solamente así estaría en condiciones de aceptar nuevos modelos de gestión, que puedan resultar incómodos.

Los ciudadanos deberían saber, por ejemplo, qué organismo tiene la misión de gestionar el agua que necesitamos, de dónde viene el agua que utilizamos, cuál es la situación de las desaladoras y qué pueden aportar, cuáles son las competencias municipales en la gestión y cuáles las autonómicas, qué hacemos con las aguas residuales, cuánta agua gastamos, e incluso cuánto nos cuesta. También deberían saber si somos autónomos o tenemos tensiones territoriales con nuestros vecinos, cuáles son las leyes y normas de aplicación, si toda el agua es de dominio público o si también existen aguas privadas, cuáles son las normas de potabilidad, cómo se contaminan los acuíferos, cuál es su estado actual, cómo se contaminan los ríos, cuál es la fortaleza de nuestras zonas húmedas, cuál es la dinámica de nuestros manantiales.

También deberían saber qué puede aportar la ciencia al estudio de los recursos hídricos, qué técnicos son competentes en su comprensión y en su manejo, qué medios humanos y materiales hay puestos al servicio de la gestión hídrica, qué pueden aportar las tecnologías emergentes a solucionar problemas hídricos, qué responsabilidad tiene el usuario en su uso y preservación, cuánto vale y cuánto cuesta el agua, cuál es la relación del agua con el producto interior bruto, y muchas otras cuestiones, entre las que destaca cómo puede afectar el cambio climático a los recursos hídricos del futuro próximo.

No se trata de convertir a los usuarios en expertos sino de crear ciudadanos responsables que conozcan sus derechos y asuman sus responsabilidades ¿Quién puede hacer esa función? Las escuelas, los colegios y las universidades, sin duda alguna, pero también los ayuntamientos, diputaciones y los gobiernos autonómico y estatal. Y, singularmente, los medios de comunicación, a los que es exigible el tratamiento aséptico y documentado de las cuestiones hídricas.

El viento sopla en contra

Es urgente dotar a la sociedad de las herramientas necesarias para entender cómo funcionan las aguas subterráneas. Sólo así las podrán apreciar y proteger. Solo así podremos exigir a la administración hídrica mayor esfuerzo para su conservación. Pero el viento sopla en contra. Por razones nunca explicadas, y no por ello desconocidas, hace años que la Geología ha dejado de ser una de las cinco ciencias fundamentales. Prácticamente, ha desaparecido de la enseñanza secundaria. Como consecuencia, a las universidades no llegan estudiantes con el gusanillo geológico inoculado. Y la Hidrogeología, una de las ciencias geológicas, también se ha resentido. En algunas universidades, sin ir más lejos, la investigación hidrogeológica está al borde de la desaparición. La alternativa es volver a los tiempos oscuros de la adivinación y la impostura.

Con este panorama, me temo que el problema de la explotación desordenada de las aguas subterráneas tiene difícil solución, y eso es especialmente preocupante en una provincia, como Castellón, en la que el 67% del agua que consumimos es subterránea. Tenemos cuatro grandes acuíferos en la provincia, que son las planas de Castellón, Oropesa–Torreblanca y Vinaroz-Benicarló, y el gran acuífero del Maestrazgo. Otros acuíferos internos son los de Lucena–Alcora y Onda–Espadán. La mayor actividad industrial y agrícola se desarrolla en las planas, donde también se asienta la mayoría de la población. Con la notable excepción de los regadíos de la ribera del Mijares, el resto de las demandas se satisfacen con aguas subterráneas.

Después de décadas de intensa explotación de los acuíferos hemos llegado a asumir que su situación no es mala, porque siguen proporcionando el agua que necesitamos. Nos hemos acostumbrado a que el agua subterránea tenga nitratos y que, en algunos sectores, sea más salina de lo deseable. También aceptamos nuestras zonas húmedas tal como están y que los suelos vayan incorporando sales inexorablemente.

Compromiso de informar

La cátedra FACSA de Innovación en el Ciclo Integral del Agua, de la Universitat Jaume I, es plenamente consciente de la importancia actual y futura de las aguas subterráneas y está trabajando para contribuir a la mejora de su conocimiento. Al mismo tiempo, tiene el compromiso de informar a la sociedad y de apoyar en sus tareas a las instituciones con competencias en la gestión del agua.

La buena noticia es que actualmente consumimos menos agua que hace solo unas décadas, quizás un 30% menos, y eso ha contribuido a que los problemas se hayan enquistado, mucho mejor que haberse agravado, desde luego. Pero estamos todavía muy lejos de alcanzar la seguridad hídrica de nuestros acuíferos, es decir, lejos de estar seguros de que en el futuro próximo, cuando el cambio climático apriete, podamos seguir contando con ellos. Cuidémosles.

Catedrático de Universidad de Hidrogeología. Cátedra FACSA de Innovación en el Ciclo Integral del Agua.

Universitat Jaume I

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