En nuestro país, con la única excepción de Vox y de algunos grupos de Unidas Podemos, una inmensa mayoría de ciudadanos asume, y no rechaza, la idea de que su destino está uncido al de la UE. Pero Sánchez puede haber abusado fiándolo todo a Europa y así sin explicaciones a la ciudadanía empieza a haber reacciones peligrosas. Todo ha sido muy rápido, con la epidemia hemos medido nuestras dependencias y vulnerabilidades, especialmente en la industria, y desde hace sólo un mes, la guerra en Ucrania nos ha hecho sentir de nuevo el temor, con la energía y las materias primas. Queremos seguir estando abiertos a Europa, pero hay cosas que hoy no podemos delegar en otros. Sánchez ha dejado demasiados días en blanco a la espera del Consejo Europeo de las próximas horas. Ahora, la necesidad de explicación y de capacidad democrática para acordar se hace imprescindible. Un buen amigo, nada sospechoso ni por edad ni por trayectoria, me confesaba: “En el gobierno saben que hay un buen puñado de gente con canas y con ganas de echar una mano, además molestando lo mínimo, pero hay una especie de recelo que, hoy por hoy, es insuperable.” Puedo entender que en Moncloa sean jóvenes, pero no pueden ser engreídos. El futuro del país va en ello.          

Del camionero y del autónomo cabreados al analista del periódico o del influencer que oficia alegremente desde lo digital, hay un trecho muy largo en intereses, sentimientos e ideología, pero la democracia supone lidiar con esta variedad. Hay que superar esta sensación de guerracivilismo cuando la guerra de verdad está en Europa. El ciudadano español necesita entender lo que está pasando y el presidente y su entorno no saben, o no consiguen hacerlo y hay gente dispuesta a ayudar. Pedir que recurran a ellos es lo contrario a pedir dimisiones, es exigir pasar de la “escucha activa” a ejercer liderazgo y pedagogía hacia todos los ciudadanos hayan votado a este gobierno o no, porque muchos de ellos no saben qué explicarse a sí mismos ni a los demás. No es fácil transmitir que internacionalmente podemos dirigirnos hacia un mundo más dividido económicamente, que reflejará un mundo con más peligro político. Es posible que la integración económica no sobreviva a un periodo de desintegración política, que también tocará, de forma muy sensible, a todos y cada uno de los españoles.

Con todos sus defectos y contradicciones Europa es el único marco en el vamos a poder afrontar dignamente un futuro inevitablemente complicado, aunque tengamos que tragar muchos sapos, incluidos reajustes en nuestro nivel de vida, que deben ser lo más justos y solidarios que sepamos administrar. Una serie de estados europeos con historias diversas y contradictorias intentan confederarse, afrontando el incumplimiento de las expectativas del "orden internacional liberal", aspirando a no pasar a ser, en breve, meros actores secundarios. En el resto del mundo, los nacionalismos marcan el paso: EEUU, China y Rusia son grandes estados-nación, una condición que no puede esgrimir Europa, por lo que tendremos que recurrir a otras identidades.

Mientras el drama ucraniano se desarrolla será bueno que los españoles nos dejemos de críticas aceradas, propias de un acomplejado, contra los funcionarios de Bruselas o los intereses nacionales de Berlín, París, Roma, o de quien tenga más tamaño que el resto. Los tiempos del regateo han pasado. Es un ejercicio tan duro como vital para nosotros. Sin embargo, en la primavera de 2022 las responsabilidades no son exclusivas de Bruselas y los mayores del lugar lo saben y tienen experiencia.