El Periódico Mediterráneo

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Antonio Gascó

COSAS MÍAS

Antonio Gascó

Rotllo i canya

Con los temas de los sicofantes y los malsines se me pasó la semana de la Magdalena y no pude escribir, algo concerniente a ella, como suele ser mi costumbre. Pero haciendo bueno el refrán de que «todos los santos tienen octava» me refiero hoy a estas fiestas pasadas, atípicas por voluntad de la inclemencia de Zeus, que se sobrepuso, en mucho, a Helios.

Sin embargo, hubo una tregua de aquiescencia en las dos deidades del olimpo y esa condescendencia coincidió con la Romería. Fue el primer día que la Banda Municipal pudo entonar, con su airosa gracia pinturera, el Rotllo i canya. Un pasodoble en cuyo título late, palpitante, la alegría pairal. Pero hay más.

La caña como símbolo del bordón peregrino, haciéndonos recordar que el origen de la romería, fechado en 1375, no es más que una procesión de penitencia para implorar de Dios la misericordia de que librase estas tierras del quebranto de la peste negra. Sin irnos muy lejos, las romerías de Castellfort o de les Useres, que tienen similar origen, aún se celebran llevando los romeros el bastón para apoyarse en la luenga caminata. En una tierra de huerta y acequias, no cabía otro palo que la caña ribereña, por paisaje y paisanaje. Y ¿el rollo? Pues no es más que la limosna, en forma de pan, que en el medievo se daba a los menesterosos en estas jornadas de penitencia.

De hecho, quien esto escribe, que ya ha sobrepasado ampliamente la setentena, recuerda que en los programas oficiales de fiestas de su niñez, aún pudo leer que, entre otros actos a celebrar en la romería magdalenera, existía el conocido como acto de caridad, a quienes no tenían el mínimo vital de subsistencias.

Cronista oficial de Castelló

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