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María Ángeles Roca

La ventana de la UJI

María Ángeles Roca

Capacidad transformadora de la arquitectura

El confinamiento mostró la relación de la calidad de vida con la calidad del espacio que habitamos

El concepto de refugio vincula el primer gesto arquitectónico al servicio de la protección de la persona frente a agresiones exteriores. El confinamiento durante el inicio de la pandemia puso de manifiesto el papel que el espacio que habitamos tiene en nuestras vidas y en nuestra salud física y mental, así como la importancia de las relaciones sociales, quedando patente la íntima relación del bienestar de nuestra sociedad y de la calidad de vida con la calidad del diseño y de la construcción o rehabilitación de los espacios públicos y privados que habitamos.

El actual escenario social y económico derivado de la guerra en Ucrania traslada el concepto refugio al ámbito de las ciudades provocando el éxodo masivo de personas en busca de protección y pone de manifiesto la dependencia global en el uso de los recursos necesarios para afrontar el funcionamiento de nuestro sistema económico y social.

En este difícil contexto, cabe recordar la resolución aprobada por Naciones Unidas en 2012 que declara la felicidad y el bienestar como objetivos universales de los seres humanos y la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar. La OMS ya en 1946 definió la salud como un estado de bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedades.

Cuando hablamos de salud y arquitectura, ya no podemos reducir el papel de ésta a mero refugio ante adversidades, y surgen numerosos aspectos interrelacionados a los que hacer referencia, en aras del amplio abanico que abarca una sostenibilidad social, económica y medioambiental que ponga de nuevo a las personas en el centro.

Respecto al edificio y su entorno, existen conceptos de arquitectura sostenible vinculados a la construcción, la tecnología, las instalaciones y el funcionamiento del edificio, como la eficiencia energética, la bioconstrucción, el uso de materiales reciclados y reciclables, la calidad del aire, la correcta gestión de recursos..., que ponen el foco en la salud de los edificios, manteniendo el equilibrio con la naturaleza y la protección del medio ambiente, reduciendo el alto impacto que el sector de la construcción supone respecto al cambio climático y favoreciendo la buena salud de los entornos habitables.

Con respecto a la caracterización de los espacios, la neuroarquitectura reconoce la influencia de la arquitectura en las emociones de los usuarios pudiendo afectar en su estado de ánimo y su salud física y mental. Teorías como la conocida Design for Happiness, fundamentada en estudios de las universidades de Harvard y Delft, promueven el diseño de espacios como una herramienta transformadora para impactar la capacidad cognitiva, el comportamiento humano y el bienestar emocional, transgrediendo los conceptos tradicionales de diseño y arquitectura basados en función y forma. Los resultados coinciden en que aumentar los niveles de felicidad aumenta la productividad y creatividad y reduce el estrés, impactando en la salud de las personas.

El concepto de Baukultur, cultura del habitar, acuñado por la Declaración de Davos en 2018, señala el papel clave de la cultura en el entorno construido y apuesta por la alta calidad mediante un diseño consciente, dando prioridad a los valores culturales sobre los beneficios económicos a corto plazo. La Baukultur no solo cumple los requisitos funcionales, técnicos y económicos, sino que satisface las necesidades sociales y psicológicas de las personas. Para ello se requiere lograr el equilibrio correcto entre aspectos culturales, sociales, económicos, medioambientales y técnicos de la planificación, el diseño, la construcción y la reutilización adaptativa en el interés público por el bien común.

La arquitectura, consciente de la importancia del impacto directo de su desarrollo en la calidad de vida de los ciudadanos, vive un proceso de renovación. Muestra de ello es la reciente aprobación del proyecto de ley de calidad de la arquitectura que señala a la arquitectura como elemento imprescindible para afrontar con garantías de éxito los importantes desafíos de la sociedad, alineados con los ODS de la Agenda 2030.

No es banal el premio Pritzker 2022 a Diébédo Francis Kéré, arquitecto burkinés cuya arquitectura contemporánea se mueve entre la utopía y el pragmatismo aunando diseño, compromiso social e intercambio de conocimientos. Se trata de una muestra más del esfuerzo de muchos por promover la capacidad transformadora de la arquitectura apostando por la calidad de una disciplina que incide transversalmente en múltiples aspectos de la sostenibilidad.

*Arquitecta de Cooperación y Desarrollo Sostenible, especializada en Sostenibilidad y Eficiencia Energética

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