Querid@ lector/@, se ha celebrado la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas y, por ser claro, solo diré que la expresión déjà vu resume lo que ha salido de las urnas iniciales. Y es que lo que ha surgido no representa ninguna sorpresa. Todo está en el marco de lo esperado. Me refiero a que el presidente Macron pasa a la segunda ronda porque a pesar de que las encuestas lo denuncian como un engreído elitista que desprecia al pueblo, representa el gobernar en democracia, la defensa de la construcción europea, la tranquilidad de los poderes económicos (sobre todo el de los banqueros y propietarios de los medios)... Lo de la señora Le Pen, o su pase a la segunda vuelta, también es fácil de entender. Ella, que para ser mayoría se aleja de la agresividad y se viste de liberal y de humanidad, también representa a una parte de la derecha francesa y, al tiempo y de forma demagógica, a sectores que surgen del descontento de la política (de sus incumplimientos y degeneración) y de una economía que genera y consolida la desigualdad social.
A los que los franceses no tienen en cuenta
Por cierto, mención especial merecen los de siempre y la izquierda en su conjunto. Con eso de los de siempre me refiero a los socialistas del PSF de A. Hidalgo y a la derecha clásica de V. Précresse. A los que desde hace tiempo los franceses no tienen en cuenta y, todo indica, que van a tener dificultades para volver en su forma original e histórica porque, además, se han roto y otras fuerzas ya ocupan su espacio. Aunque reconozco que lo triste y traidor es lo que ha hecho toda la izquierda en estas presidenciales. A pesar de que las encuestas les decían que si iban juntos pasarían a la segunda vuelta como alternativa a Macron (cosa que se ha demostrado como cierta), han optado por ir separados y unos contra otros. Mientras tanto, la extrema derecha volverá a ser la alternativa en Francia.
Analista político
