El Periódico Mediterráneo

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Enrique Ballester

Osadías y Doña Vida

Cuando eres chaval, sale tu equipo al campo y el cielo se llena de papeles al viento, te sientes invencible. Luego llega Doña Vida

El Villarreal eliminó al Bayern de Munich y Dani Parejo se acercó a un micro y lo dijo bien claro: «Cuando escupes hacia arriba, te suele caer». Lo dijo tan claro y tan convencido que después me quedé pensando: ¿Este cómo lo sabe? ¿Acaso estuvo probando antes de decirlo? ¿Se tumbó en la cama y escupió hacia arriba para confirmarlo? ¿Le cayó en la cara su propio escupitajo?

No sé si Parejo es ese tipo de persona. Espero que no. Lo de escupir hacia arriba vino porque el entrenador del Bayern, Julian Nagelsmann, había apuntado en la previa que quería sentenciar la eliminatoria en el partido de ida. Esto es un fallo tan de principiante que me da apuro comentarlo. Si el carnet de entrenador fuera por puntos, como el de conducir, a Nagelsmann se lo habrían quitado en ese momento exacto.

Es tan grave el asunto que llegué a pensar que se lo había inventado Unai Emery, el entrenador del Villarreal, para motivar a sus jugadores, pero no. Lo he buscado y es verdad: Nagelsmann lo dijo. Es joven y está acostumbrado al éxito, si sirve de atenuante, todavía. Todos nos equivocamos alguna vez, si le sirve de consuelo, todavía. Pero sea como sea se pueden escuchar las risas malignas de Don Fútbol tomando nota, también todavía. Si yo fuera por ahí diciendo lo que quiero, me escupirían hacia abajo y hacia arriba.

A partir de cierta edad es difícil encontrar esta clase de osadía, medio inconsciente y medio optimista. De chaval yo era de esos, creo recordar, y éramos mayoría. De chaval no medías. De chaval había momentos en los que te sentías invencible. Cuando saltaba tu equipo al campo, en los días grandes de primavera, sonaba el himno y el cielo se llenaba de papeles al viento, eras invencible. Eso sentías. Cuando salías de la peluquería, después de cortarte el pelo, y te veías guapo en el reflejo de los portales, eras invencible. Cuando jugaba al futbolín con mi colega Vickis en Recreativos Pili, y sonaba el disco entero de Dover --el desgarro, el ritmo y la melodía-. Ahí también éramos invencibles, y así lo sentías. De chaval te lo crees de verdad, cien por cien real, pero después llega la experiencia. Después llega Doña Vida. Te doma el ímpetu, te rasura el entusiasmo y te motea la piel con heridas. Y escupes hacia abajo porque miras hacia abajo. No hace falta ni que te lo digan.

Hasta cierta edad, en cambio, lo normal es encontrar osados y optimistas. Envidio la capacidad de mi hijo, que tiene 5 años, para realizar siempre lecturas positivas. Teo es tan optimista que no dice «estoy buscando un libro». Teo dice «estoy encontrando un libro». Se avanza al hallazgo, no cabe en su mente la posibilidad del fracaso, y sinceramente lo admiro.

El domingo pasado, Teo tenía partido, pero empezó a llover unos minutos antes y lo suspendieron. En Castelló caen cuatro gotas y entramos en pánico, son nuestras costumbres. Aquí aún abrimos un grifo, sale agua y gritamos ¡brujería! El caso es que Teo se quedó sin fútbol y primero anduvo un poco triste, porque tenía mucha ilusión y además iba a jugar contra unos amigos, pero pronto emergió su sello distintivo. «No hemos jugado, pero así no nos han metido ningún gol», me dijo, algo fundamental para un defensa innato como él, subrayando lo básico con sentido. Ojalá le dure lo de ver siempre lo positivo, al menos hasta que asome Doña Vida.

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