Félix Bolaños, ministro de Presidencia y efectivo edecán de Pedro Sánchez, viajó el domingo a Barcelona para entrevistarse con su homóloga en la Generalitat de Cataluña, Laura Vilagrà, en el transcurso de una cita que recordó las puestas en escena de Putin, mediando frialdad y una gran mesa que los separaba varios metros. Bolaños, que igual congenia con la familia Franco en la operación de exhumación del dictador como rinde pleitesía al independentismo que quiere destruir la unidad de España mediante el convincente argumento de tener al Ejecutivo cogido por sus atributos, regresó a Madrid sin satisfacer a la representante separatista ni al teórico jefe supremo, el Honorable Pere Aragonés, que habla por boca de su ventrílocuo, Oriol Junqueras, uno de los delincuentes catalanes puestos prematuramente en libertad, tras ser condenado a 13 años de prisión por secesión y malversación.
El independentismo de «ho tornarem a fer», Junqueras y Puigdemont dixit, ha conseguido fabricar un nuevo caso mediante el que pretende oxigenarse a nivel internacional y que, al tiempo, le sirva de ardid para aumentar la presión contra Sánchez, al que le tiene cogido el punto, conociendo la flaqueza de aquel en su más firme convicción de mantener el poder a costa de lo que sea.
De esta forma, el nivel de extorsión de quienes siguen confabulados contra la nación española está desquiciado gracias a un informe publicado en el rotativo norteamericano The New Yorker, en cuya redacción informativa ha puesto ideología y alma Ronan Farrow, hijo díscolo de Woody Allen y típico pijo yanqui que desde las sábanas blancas de Manhattan escribe en defensa de los derechos humanos y las libertades, creyendo que España es una provincia al sur de Méjico donde el Estado de derecho brilla por su ausencia y en la que una especie de Stasi denominada CNI espía cotidianamente la vida y milagros de un valeroso grupito de héroes románticos dispuesto a dar la vida por lo mismo que lucharon Jefferson, Adams, Washington y el resto de padres de la patria de Estados Unidos en la guerra de la independencia, haciendo frente y derrotando al colonialismo del Imperio Británico. Demasiado serio para partirse de la risa.
El poder por el poder
Existen evidencias sobradas para concluir que la ambición política de Sánchez, ante todo el poder por el poder, desconoce límites en los principios que se espera atesore un líder político que ha prometido su cargo poniendo la mano sobre la Constitución. El presidente rezuma tibieza en la defensa del Centro Nacional de Inteligencia, que cada día con sus esfuerzos de información fortalece la seguridad nacional y salva vidas de españoles. Menos mal que ahí está Margarita Robles, la leal ministra de Defensa y responsable directa del servicio secreto español. Jurista y política de talla, a Robles la creo dispuesta a frenar cualquier intento para que los golpistas catalanes y los bilduetarras dirigidos por el exjefe de ETA, Otegi, tengan acceso a información sensible que pueda comprometer la seguridad de España. La mano de Putin lleva tiempo alentando el independentismo español. Cuidado.
Tiene razón Alberto Núñez Feijóo cuando muestra estupor declarando que antes que nadie es el líder de la oposición quien debe recibir explicaciones del propio Sánchez, de lo que separatistas y herederos de ETA, con el apoyo de Podemos, califican de Catalan Gate en referencia al caso Watergate de escuchas al partido Demócrata por el que dimitió el presidente Nixon. El paralelismo es insultante. El CNI tiene la obligación de vigilar, con todos los medios legales a su alcance, a quienes van contra el orden constitucional y pretenden socavar la legítima unidad del Reino de España.
Periodista y escritor
