Opinión | COSAS MÍAS

Las gabelas iniciales de Castelló

En la década siguiente del privilegio de traslado, las disposiciones reales en relación con la naciente villa de Castelló, menudean con harta frecuencia. En efecto, el dos de noviembre de 1260, el rey se encuentra en ella y le otorga licencia para utilizar el sistema de pesas y medidas del almudín de Morella, a fin de poder tasar áridos y líquidos, las dimensiones de las fincas, la tara del ganado y otros géneros como consecuencia del incremento de la actividad mercantil. A este respecto conviene saber que Jaime I concedió a Castelló, con motivo de su tercera visita, acaecida el 13 de enero de 1267, franquicia de lezda y peaje que gravaban el tránsito del trigo por la localidad, y también proveyó el aprovisionamiento de sal en la gabela de Burriana, que era desde tiempos islámicos una de las más importantes del reino.

En cuanto a la organización administrativa impone, en una concesión de 1269, que siga dependiendo del convento de San Vicente de Valencia y que sus habitantes paguen impuestos a su prior. Entre otros, cinco años antes, les había imputado el de «la cena», por el que la localidad debía pagar un estipendio «de presencia», cuando el monarca visitaba el lugar y «de ausencia» de carácter permanente; impuestos los cuales transfería al monasterio. Y es que, pese a que era un poblado al que había redimido de ciertos pechos, los de servidumbre señorial, por cuanto se aprecia, eran innegociables. Con todo, los reyes y los nobles debían establecer un cierto acomodamiento en la asignación de gravámenes, a fin de patrocinar la presencia de pobladores, que acrecentaran el lugar que así, al ser más próspero, devengaría mayores impuestos.

Cronista oficial de Castelló

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