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Pere Cervantes

AL CONTRATAQUE

Pere Cervantes

Pegasus

La información es poder» es una frase que se atribuye a Thomas Hobbes en el Leviatán. Porque el ser humano para sobrevivir necesita tomar las decisiones correctas y sustentar estas en conocimiento, en información. Los espías son tan viejos como las guerras. No se entiende un conflicto bélico sin su presencia. Además, la literatura y el cine se han encargado de presentarnos a esos personajes como enigmáticos, seductores, locuaces y de una inteligencia superior a la media. En otras palabras, han convertido el trabajo de un espía en una profesión a la que se le perdona todo, o casi todo. Ese casi tiene mucho que ver con esa línea difusa entre lo legal e ilegal.

Si la información obtenida por el espía pertenece a nuestra intimidad o a la de nuestros gobernantes, entonces escupimos por nuestra boca expresiones del tipo «hecho gravísimo», «motivo suficiente para dimitir», «vergonzoso» o «imperdonable». Pero la cosa se complica aún más si ocurre lo siguiente: un Estado espía a un Gobierno Autonómico de ese mismo Estado. Y ante la oleada de peticiones relativas a que ese Estado dé la cara y, sobre todo, explique los motivos que le han llevado a vulnerar derechos fundamentales protegidos especialmente por la Constitución, una mañana nos levantamos con la noticia de que algunos de los principales representantes de ese Estado también han sido espiados por otro Estado desconocido. «No protestes tanto, que yo también he sido víctima de ello», es la tácita respuesta que se deduce de todo este enredo más propio de Mortadelo y Filemón que de los libros de Ian Fleming.

De susto en susto

En medio de este entuerto nunca antes un programa informático solo asequible para usuarios millonarios ha sido tan nombrado como la razón del mal de todos los males. ¿Le suena el nombre de Pegasus? Si me dice que no es que lleva refugiado en una cueva el último mes, lo que significa que es usted una persona inteligente, más que los espías, puesto que esta nueva realidad se ha convertido en un tablero de juego donde vamos de susto en susto y tiro porque me toca.

Pues como decía el tal Pegasus es un programa informático creado por la empresa israelí NSO con la finalidad de «suministrar tecnología a agencias y servicios de seguridad de otros países para salvar vidas». Pero claro, la mente humana tiende a ser retorcida y si se le puede dar un uso ilegal a aquello que se ha creado para un buen fin, pues mejor que mejor. Me gustaría que al hablar de Pegasus usted y yo tuviéramos unas cuestiones claras. Dicho programa informático accede al móvil elegido como objetivo mediante una llamada o un mensaje que no va a dejar rastro. Así que no se asuste cuando a la hora de la siesta de un sábado le llamen de una compañía de telefonía móvil para ofrecerles el paraíso de los contratos. No es el Pegasus, son destructores del bienestar que nadie les sanciona a pesar de sus agresivas técnicas comerciales. Por tanto quédese tranquilo, ni usted ni yo somos tan importantes como para justificar tal dispendio a cargo de un gobierno. Puede que su terminal sea la víctima elegida por otros mil programas informáticos clasificados como malware, pero en ningún caso por el Pegasus.

Todo ello me lleva a pensar que cuando la tecnología se desnuda y nos muestra sus garras echamos de menos la vida analógica. De ahí la máxima que cuanto más conectados estamos más vulnerables somos. ¿Recuerda cuando bajo la penumbra de un televisor encendido y silenciado hacía el amor? Si todavía sigue haciéndolo y su televisión está conectada a la wifi pronuncie en alto la palabra Pegasus y ya verá que bajón.

Escritor

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