Opinión | A FONDO
De la revolución a la redención de las provincias
Tiene mucho sentido con una Diputación que se configura como administración intermunicipal
Ya les decía la semana pasada que la Diputación de Castellón está de aniversario, que cumplimos 200 años. Tuvimos la Gala del Día de la Provincia en el Teatro Principal de nuestra capital. Sirvió para homenajear a personas e instituciones que se lo merecen sobradamente, la catedrática Dolores Corella, por su capacidad científica e innovadora; la artista Pilar Dolz, por su creatividad; el ciclista Sebastián Mora, por su espíritu deportivo; la Cruz Roja, por tantos años de humanitarismo solidario, y el Club Deportivo Castellón, por su centenario.
Y la Gala sirvió también para que su presidente, en un breve discurso, muy bien acogido por los asistentes, más que por su contenido por su brevedad, je je, planteara el sentido de las diputaciones en el siglo XXI. Y lo hiciera, ¡cómo no! de la mano de un filósofo, Don José Ortega y Gasset, que en 1927 publicó un libro titulado La Redención de las Provincias. Título muy adecuado para lo que deseamos que sea la celebración de este bicentenario. Pensarán que el libro ya casi es también centenario y anda lejos de las preocupaciones del siglo XXI, pero sucede que los grandes pensadores, aunque su contexto y circunstancias no sean ya los nuestros, como el arquero de la Valltorta, lanzan sus flechas, sus ideas, al futuro.
Eso ocurre con el libro de Ortega. Define la España de su tiempo como campiña y sierra, puro ruralismo, una gran aldea muy ligada a lo próximo y concreto. Y en ese sentido, la España del siglo XXI ha experimentado un gran cambio, es otra. Aunque algunas de las flechas que ya entonces lanzaba Ortega nos caen muy próximas y son de rabiosa actualidad: «Llamo política madrileñista o madrileñismo político a la idea o intención de organizar el Estado español suponiendo que el tipo medio de los cuerpos electorales en toda la península es idéntico, en lo esencial, al cuerpo electoral de Madrid. (…) En este pensamiento político nación y Madrid son términos equivalentes e indiferenciados. Se toma a la nación como un Madrid, se toma a Madrid como lo normal de la nación». Su proyecto e intención es la incardinación de lo local en lo nacional, la institucionalización política de la realidad más próxima, inmediata y particular en la realidad más abstracta, general y lejana del Parlamento, el Congreso y la política nacional. En ese escenario piensa que la provincia puede jugar un papel destacado: «Es preciso que la provincia comience afirmarse a sí misma, a tener la creadora voluntad de ser, de crecer, de mejorar, dignificarse y enriquecerse (…) Tal y como están las cosas el hombre de provincias ha de dejar de ser el provinciano tosco y rencoroso que era y sentir el orgullo de ser provincial, es decir, de tener inmediatamente bajo su mano las magníficas posibilidades de su comarca».
Realidades globales
Ortega nos enseña el camino de un provincianismo no provinciano. Como a él le gusta jugar con las palabras, dice que hemos de pasar del provincianismo al provincialismo, un provincialismo que desde la afirmación orgullosa, firme, informada y crítica de su comunidad local y de su provincia se abre a realidades globales más amplias. Habla de la «Gran Región o la Gran Comarca» con sus estatutos propios, antecedente claro de la España de las Autonomías, incluso llega a enunciar unas cuantas de esas «Grandes Regiones».
Muy lejos de lecturas erróneas, que también desde la izquierda hemos hecho, las diputaciones son hijas de la revolución liberal y constitucionalista que frente al absolutismo y el autoritarismo realizan los constituyentes de Cádiz. ¡Viva la Pepa! Y suponen un serio intento de racionalizar una administración anquilosada y caótica y de aproximar las decisiones políticas a los territorios. Un intento ya en su tiempo de descentralizar y vertebrar el territorio. Con esos orígenes la redención de las provincias tiene mucho sentido en el siglo XXI con una Diputación que se configura como administración intermunicipal, no supramunicipal, que ayuda, colabora, impulsa a las administraciones locales. Y dada la tendencia cuasi natural de todo poder a la centralización, actúan como un elemento descentralizador que aproxima, también ahora, el poder a la ciudadanía. Todo desde la máxima lealtad institucional con una visión universalista y cosmopolita que rechaza cantonalismos pacatos y estrechos, huérfanos de proyectos sugestivos de vida en común. También lo decía Ortega.
Presidente de la Diputación de Castellón
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