Opinión | PUNTO DE VISTA

Sagitario A*

Acabo de ver la primera fotografía del agujero negro del centro de la galaxia, conocido ya como Sagitario A*, y quedo sorprendido por las cifras que en el artículo científico se manejan, incapaz, yo, al menos, de procesar en mi minúsculo cerebro. Se habla de cifras astronómicas, nunca mejor dicho: un monstruo en medio de la Vía Láctea, a unos 26.000 años luz de nuestro planeta con una masa equivalente a 6.500 millones de veces la del sol; es más, a su alrededor parece orbitar un pequeño conjunto de estrellas que se mueven a 1.500 kilómetros por segundo; ¡sí, por segundo! ¿Se han enterado ustedes? Pues yo, no. Se me escapan esas cifras.

Ahora situemos un exiguo planeta --nuestra tierra-- en el que casi 8.000 billones de seres humanos se pasean por él como el más pequeño microbio del Universo. Total, que no somos nada y, como decía un compañero, los pequeñitos, todavía menos.

Inmensidad

Parece tener toda la razón Pico della Mirandola en la Oración de la dignidad del hombre, cuando Dios dijo: «Te he puesto en medio del mundo para que, desde allí, contemples, con comodidad, todo cuanto este contiene». Y si contemplamos esta inmensidad nos apercibimos de lo poco que somos y de lo mucho que presumimos ser. ¿Orgullo? Tal vez.

Afortunadamente he conocido personalmente a alguno de nuestros verdaderos sabios. ¿Y saben lo que de ellos más me ha sorprendido? Sencillamente su humildad, su socrática humildad, al decir «solo sé que no sé nada», es decir, sé muy poco de lo mucho que me falta saber. Cosa difícil de encontrar en nuestra cotidianidad. No sé nada de los agujeros negros, pero de lo otro… tampoco.

Profesor

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