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Pere Cervantes

AL CONTRATAQUE

Pere Cervantes

Los alienígenas intrépidos

El dolor de los demás no es menos doloroso. No hay que irse muy lejos para sustentar dicha afirmación si pensamos en el dolor de un hijo. Su dolor es nuestro dolor, incluso más acentuado si cabe, pues no hay dolor físico que supere a aquel que anida en el alma de una persona. Corren tiempos en los que el dolor de los demás es el pan de cada día. Lo podemos ver en los telediarios o escuchar en la barra de cualquier bar. El mundo gira, todo pasa, pero el dolor, como las alegrías, es una constante en nuestro devenir. Y es que a pesar de ser siete mil millones de habitantes, cada vez más conectados, nuestra gestión de la convivencia deja mucho que desear. Tanto que a veces me pregunto por qué motivo tenemos una suerte de atracción magnética hacia la autodestrucción.

Desde hace un tiempo invertimos más tiempo y dinero en saber si hay posibilidad de vida en Marte que en ocuparnos de cambiar nuestro proceder. A mí personalmente esa búsqueda de alternativas en el espacio, cuando tenemos el más bello de los planetas, me parece otro acto de insensatez de nuestra especie. Así que querido lector le propongo un ejercicio de imaginación para ver en perspectiva en que nos hemos convertido. Imagínese que unos alienígenas visitan la Tierra el primer viernes de los años bisiestos que acaban en tres y elaboran un informe a sus superiores, algo relativo a cómo es el comportamiento del ser humano respecto a sus iguales. Adivino que tendrán una primera dificultad: explicar por qué hay personas que se sienten distintas a otras en función de la raza, el sexo o sus creencias y que fruto de ello en alguna ocasión incluso deciden aniquilar al otro.

Una guerra nuclear

No será fácil para esos alienígenas entender que además, estos seres humanos que habitan en la Tierra, están dispuestos a llevar a cabo su extinción y a convertir el planeta en el teatro principal de catástrofes naturales y de incomprensibles y recurrentes guerras. A ver cómo explican los alienígenas que el presidente de un país llamado Rusia le ha dado por matar a sus vecinos alegando estúpidas razones, si es que hay razonables razones para provocar una guerra. Como también me pregunto qué dirán esos mismos alienígenas intrépidos cuando constaten que últimamente algunos líderes mundiales hablan de la posibilidad de una guerra nuclear con una indiferencia pasmosa.

Supongo que a los ojos de cualquier habitante de un planeta lejano la estupidez humana es, por encima de todas las cosas, su más llamativa característica. Y a pesar de todo algo me dice que los alienígenas incluirán en sus informes la abrumadora belleza de este planeta Tierra, y destacarán las buenas noticias que acontecen a diario y que los terrícolas ignoran o prefieren no hablar de ellas, habida cuenta de que el ser humano (según opinión de los alienígenas intrépidos) siente cierta atracción por la desgracia ajena cuando experimenta una suerte de goce al saberse libre de esa misma desgracia.

A modo de epílogo, en ese informe que elaborarán los alienígenas, incluirán en el mismo, sin ninguna duda, la siguiente conclusión: El único modo de que el ser humano pueda seguir subsistiendo y disfrutar de los tesoros que le ofrece este planeta tan envidiado por otros seres de la galaxia, sería incorporando en su propia piel el dolor de los demás, esa empatía emocional que les impediría causar mal al prójimo, por pequeño que ese sea. Sin embargo esa empatía, al igual que los alienígenas intrépidos, me temo que solo nos visita los viernes de los años bisiestos que acaban en tres.

Escritor

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