El pintor Pere Ribera celebró el quincuagésimo aniversario de su profesión artística, tanto con el pincel como con el modelado, el escoplo o el soplete. En el señorial Palau de Vivel, de su ciudad natal de la Vall d’Uixó, tuvo lugar un acto conmemorativo, tan diverso como sugestivo, revelador… e incluso, si me apuran, diré que didáctico, muy en consonancia son su criterio despierto, original, imaginativo y siempre sorprendente.
En torno a unas 400 personas, le hicieron patente su reconocimiento. El salón de actos del edificio sirvió de prólogo, con la intervención de la presidenta de L'Associació d’Amics de la Vall, Roser Diago, de la comisaria de la exposición Patricia Mir (cada vez más eficaz y activa en un menester en el que se ha hecho reina indiscutible en nuestros lares) y, por supuesto, del propio homenajeado. Cerró el preludio, un recital del excelente contratenor (que no sopranista, dada su inmejorable colocación de cabeza) Rafa Quirant, secundado al piano por Jezabnel Esbrí. De ellos me ocuparé en referencia aparte en Quaderns.
En los parlamentos, se declaró la personalidad de Pere, su carácter humano, pesquisidor y su creatividad en la confección de una serie de obras bajo el título de Pareidolias. Espejismos subyugantes, insólitos, e insondables para el público, que se aventuró penetrar en su arcano interior. Este es el reto, en el que el pintor trata de «responsabilizar a la asistencia: en la aventura del descifrar», según significó. Y a fe que la muestra expuesta logró su propósito.
Sirvan las palabras de este arqueológico carcamal, para felicitar al artista por su aniversario, por la originalidad de su producción y por la excelente organización del acto.
Cronista oficial de Castelló
