Opinión | PUNTO DE VISTA

De lo pequeño

Generalmente, en la época prehistórica, el ser humano estaría asombrado y perplejo ante la magnitud del panorama que abarcaba su vista: grandes montañas, ríos caudalosos, animales mastodónticos, etc. Quedaría sorprendido, fascinado y atemorizado por «lo grande», pero, tal vez, no podía prestar atención a «lo pequeño», insignificante y despreciable. Aquello que escapaba a la mirada superficial, no existía. Las posteriores civilizaciones siguieron, en parte, la misma tónica. El miedo a lo grande y el desprecio por lo pequeño, la admiración por lo grandioso en tamaño. Un día, mucho más tarde, los científicos inventaron el telescopio para buscar lo grande en otras latitudes extraterrestres. Y luego, el microscopio para lo pequeño, lo casi inverosímil.

Cuando el neerlandés Leeuwenhoek inventó el que pudiéramos llamar ya «microscopio», el mundo de lo pequeño comenzó a adquirir notoriedad. Virus, bacterias y bichos pequeños aparecieron como una exhalación y el mundo cambió. Aquellos seres infinitamente pequeños dieron cuenta de enfermedades, contagios y secretos de la Medicina. Seres tan pequeños iban a ser los protagonistas de la salud y de la enfermedad. Aparecieron las epidemias que aterrorizaron al mundo. Las pestes de cualquier color abrían las puertas de los camposantos sin distinción de edad ni clase social.

Hoy, en nuestra zona, la lucha contra los mosquitos parece enconada y absolutamente necesaria. Coronavirus, viruela del mono… Y esto es primordial. Muchas cosas pueden esperar, pero las cosas pequeñas no hay que despreciarlas: su poder es grande.

Profesor

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