Tal día como hoy, hace cincuenta años, se conseguía el ascenso a Primera División como prólogo del cincuenta aniversario de la fundación del CD Castellón. La efeméride mereció el lunes un reportaje en estas mismas páginas que ponía en valor la gesta de los Mendieta, Figueirido, Oscar, Cela, Babiloni (Echarri, min. 55), Ferrer, Planelles, Félix, Tonín, Clares (Cayuela, min. 30) y Leandro, así como descubría la intrahistoria de aquel partido contra el Mallorca, aquello que nunca ha contado nadie y menos el libro del centenario. 

A falta de nada qué celebrar, la nostalgia marca nuestro presente. La morriña y el miedo, claro, que otra cosa no me produjo la lectura detallada de la prolija entrevista con Vicente Montesinos que el martes publicó este periódico. Porque el presidente perdió la oportunidad de hacer un llamamiento Fuenteovejuna, previa depuración de responsabilidades, y se limitó a lamerse las heridas frente al lógico acoso de las preguntas sobre la actualidad.

La conclusión de que va a seguir en el cargo y el anuncio de cambios en todos los estamentos del club va más allá del acertado titular. Deviene sinónimo de que las tan cacareadas negociaciones para la venta de sus acciones no van a cristalizar con la rapidez que él esperaba y nosotros deseábamos. Lógico si nos atenemos al injustificado precio de salida y al legado de su gestión. Decir que baraja tres ofertas, lejos de tranquilizar a la parroquia, la solivianta. Porque todos quieren que se vaya, porque todos saben que está quemado y ya no puede aportar nada al club.

De hecho, cinco años después militamos en la tercera división ordinal del fútbol patrio --cogió el equipo en la cuarta, eso sí-- y sigue en causa de disolución. Las deudas con proveedores, técnicos del fútbol base y las primeras dudas sobre el pago de las nóminas a la plantilla profesional, unido al reconocimiento de un déficit mayúsculo, no hacen presagiar un horizonte positivo por el simple anuncio de su continuidad. No se puede olvidar que fue este consejo quien desconvocó la ampliación de capital que hubiera allanado la entrada de inversores, por supuesto sin comisiones de por medio. Y si los cambios prometidos van destinados a orillar enemigos y apuntalar el control absolutista de Jordi Bruixola, apañados vamos, porque mientras unos han renunciado a su finiquito y tragan hasta con amenazas de muerte frente al abandono y la desidia de sus jefes, el presidente va a canonizar al máximo culpable de la crisis, ora por falta de recursos ora por incompetencia.

En el interín, fiarlo todo a la colaboración municipal para edificar una ciudad deportiva ad hoc y ampliar la cesión de Castalia parece más una excusa que una solución. Sobre todo porque se ha utilizado arteramente como una necesidad de patrimonializar el club para eludir la descapitalización en vez de presentar un proyecto que aúne sensibilidades y colaboraciones.

Y aunque parece lógico que se replantee la política de precios --de las devoluciones nunca habla--, porque la coyuntura lo merece y la crisis mundial nos aboca a ello. Las novedades económicas no son menores que las judiciales y, sin embargo, Montesinos sigue enrocado. Mientras su Castellón mantiene un generoso escrito de acusación contra Castellnou, con 5 imputados, penas de 3 años de cárcel y 5 millones en multas, la fiscalía amplía el número de investigados a 11 y solicita 27 años de cárcel para Blasco, 13 para Ludeña, 10 para Osuna, 2 para Jiménez... y sanciones de hasta 9 millones. Y no digamos la ausencia de causa directa contra David Cruz. 

Barrunto que las deudas de Montesinos no son solo de dinero. Me temo que van más allá y pueden acarrearle un papel secundario en el futuro del club, cuando no en una salida gris que también sería injusta. Pero él ha labrado su porvenir, y el nuestro.