García-Page, el barón socialista que no se corta un pelo al hablar sobre el momento del PSOE, ha aumentado la escala cualitativa de la personalidad de Pedro Sánchez al asegurar que entre sus filas, las mismas que han hecho historia desde Don Pablo Iglesias a día de hoy «solo hay un jefe para toda España, los demás estamos de monaguillos». Ya tenemos a Supesánchez en el ámbito de la púrpura. Y cuidado, porque el papa Francisco parece que está delicado y con posibilidades de acogerse a la situación de emérito, al igual que su colega Ratzinger. Nunca se sabe, a tenor del temporal que vaticinan las encuestas, primero en Andalucía, llegado el caso y con crisis en el Vaticano, igual el hoy director de monaguillos socialistas se sube al Peugeot y convence al Cónclave Cardenalicio de que él es la mejor fumata blanca. Capaz, el tío.
Con el país hecho unos zorros, declaraciones valientes como las de García-Page, vienen a poner un acento más en lo que ya todo el mundo sabe, aunque muchos, por mor de inamovibles idealismos, banderías e intereses, cierren los ojos y hagan oídos sordos. Dos golpes maestros, presididos por la audacia del aventurero, han llevado a Sánchez a ostentar el mayor poder jamás atribuido al secretario general del PSOE: primero las primarias que llevaron al líder del desahucio al poder cesarista orgánico y, seguidamente, la moción de censura contra Rajoy, preparada con letal efectividad por Iván Redondo, uno de sus insignes cadáveres políticos. El presidente de Castilla-La Mancha ha ido más allá en la palabra revestida de ácida ironía: «Hemos conseguido la unanimidad perfecta: la de uno». La autocracia ha anidado en Ferraz, señala García-Page. Cuidado.
Periodista y escritor
