El Periódico Mediterráneo

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Pere Cervantes

AL CONTRATAQUE

Pere Cervantes

Los médicos del alma

Hubo un tiempo en el que soñé con ser locutor de radio. Poder dirigir un programa nocturno donde engolar la voz, escuchar con empatía a los insomnes y compartir con ellos viejas canciones que nos llevaran de la mano a lugares perdidos. La culpa de ese sueño que jamás logré hacer realidad la tuvo el personaje de Chris Stevens en la entrañable serie Doctor en Alaska. El tipo era un expresidiario que a través de su programa de radio en K-BHR ofrecía en cada capítulo unas profundas reflexiones personales a partir de lecturas de libros. Sus escuchantes lo componían un peculiar microcosmos de individuos donde habitaban entre ellos un exastronauta que poseía medio Cicely, el pueblo remoto en cuestión, una atractiva piloto repleta de manías, el propietario del único bar casado con una Miss local y un médico neoyorquino llamado Joel Fleishman, que no encajaba demasiado bien su nuevo destino tan alejado de la humanidad.

Conforme avanzaba la serie el bueno de Chris Stevens, el locutor de radio, se ganaba la atención de todos ellos. Y es que la voz de Chris los acompañaba en cada una de sus soledades. Tanto las que se consideraban crónicas, como aquellas que resultaban ser coyunturales, pero no por ello menos dañinas. De esa guisa íbamos descubriendo en la serie dos tipos de médicos. Por una parte el mencionado Joel Fleishman, quien se ocupaba de las enfermedades físicas y por otra Chris Stevens, quien sentado frente a un micrófono atendía a las enfermedades del alma. Porque no veo otra manera más acertada de describir la profesión de locutor de radio. Ellos y ellas, desde tiempos muy lejanos, se ocupan de rellenar nuestra vida con el mejor ingrediente posible: hacernos compañía en todo momento.

Viaje de promoción

Esta última semana he visitado distintos lugares de España para promocionar mi última novela. En algunos de los desplazamientos, y debido a mi fobia a volar, he preferido trasladarme con mi vehículo particular. En concreto, en uno de esos desplazamientos recorrí 600 kilómetros, lo que se tradujo en seis horas y media de soledad. Sin embargo no estuve solo en ningún momento. Sobre las doce del mediodía, Pepa Bueno me acompañó durante el trayecto y entrevistó a otro escritor al que admiro. Por momentos creí que la voz aterciopelada de Pepa provenía de la plaza vacía del copiloto. A media tarde, después de detenerme a comer un tentempié y tomarme un café, me dejé llevar por la inteligencia desbordante de Julia Otero y el magnífico equipo que la acompaña. Me arrancaron unas risas y me hicieron reflexionar sobre temas de actualidad. Cuando alcancé las seis de la tarde me apresuré a sintonizar La ventana de los libros dirigida por el maestro Carles Francino. Al escuchar sus prescripciones literarias, junto a mi admirado Benjamín Prado, no pude por menos que acordarme de Chris Stevens. Cuando este acercaba sus labios al micrófono no hablaba para una pequeña comunidad extraviada en el tiempo y en el espacio. Te hablaba a ti. Como lo hacen Pepa Bueno, Julia Otero o Carles Francino.

Esa es la magia de la radio. Ese amigo que está a tu disposición cuando precisas de él y que nunca te va a fallar. No soy muy dado a celebrar el día de. Por eso hoy hablo de la radio. Porque en mi elegida soledad, esta semana volvía a sentirme acompañado. Esta columna no tiene más intención que exhibir mi gratitud a todos aquellos que frente a un micrófono peludo nos regalan su tiempo cuando más lo necesitamos. Y sí, no lo duden, acudan a las hemerotecas digitales y no se pierdan Doctor en Alaska, una serie que ahondaba en el alma humana con la sencillez que ostentan las cosas que son verdaderamente importantes.

Escritor

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