El Periódico Mediterráneo

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Pablo Sebastiá

PUNTO DE VISTA

Pablo Sebastiá

Oramas y Lastra

Dos mujeres que se dedican al infame oficio de la política han sido noticia. Ya saben, queridos lectores, que lo político está tan desprestigiado que apenas le queda un ápice de dignidad.

Dicho esto, voy a hablarles de Ana Oramas y Adriana Lastra. La primera ha brillado como nunca en un discurso parlamentario. Le ha cantado las verdades del barquero al inefable Pedro Sánchez, y lo ha hecho como no se las había cantado nadie hasta ahora. Sin levantar la voz. Hablando de las cosas que le importan a la gente, defendiendo a muerte a los trabajadores autónomos, esos héroes que cada mañana levantan este país y que una politicucha de cuyo nombre no quiero acordarme se atrevió a llamar «explotadores de sí mismos». ¡Hay que joderse con el nuevo comunismo!

La voracidad sanchista

La segunda, la señora Lastra, ha tenido que dimitir y convertirse en una víctima más de la voracidad sanchista. Esa máquina de triturar colaboradores que tanto se parece a una trilladora agrícola. El caso es que siempre he tenido en muy baja consideración la capacidad de trabajo de la señora Lastra. Una vez, solo una en varios años, la vi realizar una declaración coherente, razonada y sensata y aproveché la ocasión para enviar un wasap a una destacada socialista de Castellón, a quien sí tengo en alta consideración profesional, intelectual y personal, para comentárselo. El caso es que ésta, siempre tan correcta, me agradeció el comentario y a renglón seguido alabó la capacidad dialéctica de su compañera, lo que, como podrán imaginar, me arrancó una sonrisa irónica.

En definitiva, queridos lectores, dos mujeres, Oramas y Lastra, Lastra y Oramas, han tenido su minuto de gloria catódica por motivos bien distintos. Una por su brillante oratoria. La otra por su retirada de la vida pública.

Escritor

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