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Paco Mariscal

AL CONTRATAQUE

Paco Mariscal

Dípteros de picadura y zumbido

Ni la inflación o alza amarga de precios que se extiende desde la península de Jutlandia al cabo de Gata; ni la ola de calor que recorre Europa desde el Algarve portugués a la región austro-eslovena de Carintia; ni la crueldad de la invasión de Ucrania, causante de la inflación y la muerte, originadas por el neo-imperialismo de Putin y varios oligarcas rusos más con la bendición apostólica del Patriarca de Moscú. Durante las últimas semanas, nada provocó tanto revuelo y desazón como el zumbido de la plaga de los dípteros en el litoral marítimo y castellonense del País Valenciano. Una plaga esperada tras una primavera excepcionalmente lluviosa que nutrió nuestros pantanos y acuíferos. Unas lluvias que, con la llegada del calor, presagiaban mosquitos en abundancia en nuestros humedales costeros. Siempre sucedió así, vecinos del Riu Sec. Agua, calor y mosquitos, cultivo de arroz, y malaria, y enfermedades de toda índole, aumentaban el índice de fallecimientos en el Castelló de escasos miles de habitantes hace cuatro o cinco siglos. Los monarcas de la confederación catalo-aragonesa se dirigieron en varias ocasiones al Consell de la Vila y a los súbditos de Castelló, prohibiendo el cultivo del cereal en los charcos. Un cultivo que acababa con muchos vecinos agricultores, quienes eran al tiempo contribuyentes de las arcas reales. Prohibiciones en vano, puesto que nuestros ancestros de la labranza castellonense siguieron con el arroz.

Dentro del reino de lo imposible

Como se siguió construyendo durante las últimas décadas en el humedal de los mosquitos, a sabiendas de los constructores y con la perniciosa permisividad de los próceres municipales de cualquier color político. Y este año húmedo, claro está, quienes construyeron en una zona solo apta para usos agrícolas… Varios miles de nuestros vecinos, digo, lamentan el zumbido y las picaduras de los mosquitos hembra, puesto que son las féminas de estos insectos las que se nutren con la sangre de animales humanos y no humanos. Pero a la naturaleza, como a los mosquitos y al campo es difícil o casi imposible ponerle vallas. La provincial Diputación puede gastarse unos centenares de miles de euros y fumigar; los gobiernos municipales hacer otro tanto por tal de paliar la plaga. Mitigar o paliar la plaga, se puede; exterminar por completo a los insectos entra dentro del reino de lo imposible.

Y mitigar la molesta acción de los mosquitos, a título individual, también es trabajo del vecindario del humedal más afectado. Hasta el lucero del alba conoce la existencia de toallitas impregnadas, de lociones, de leches, de vaporizadores y espráis, que no acaban con los insectos, pero los mantienen alejados. Los repelentes ofrecen protección contra las picaduras de toda clase de dípteros: la picadura del mosquito autóctono y la picadura del mosquito tigre, la picadura del mosquito anófeles causante de la malaria y la picadura del aedes que provoca la fiebre amarilla. El repelente aleja hasta el diminuto midges escocés, sin faldillas e inofensivo en principio, pero de los más molestos en los humedales de la vieja Caledonia.

Porque no solo la picadura, sino también el zumbido que generan los mosquitos al mover sus alas, molesta e incordia. Aunque contra el zumbido no se descubrió todavía repelente alguno. Como no se descubrió ningún repelente que ahuyente la utilización partidista, demagógica y electoralista, que supone el tema de los mosquitos para los portavoces de una mal llamada oposición en el Ayuntamiento de la capital de la Plana. Mucho zumbido estúpido y poca seriedad en el tema de los dípteros, como en tantos otros temas. Falta de análisis sensato en una oposición razonable y razonada oposición, que muchos echamos a faltar. Zumbido sin repelente, cuando hasta las orillas del Riu Sec llega el estruendo de tormentas que nos afectan a todos los europeos.

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