El Periódico Mediterráneo

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Basilio Trilles

BABOR Y ESTRIBOR

Basilio Trilles

Nervios en el sanchismo

El departamento de propaganda del PSOE, dirigido por el propio Pedro Sánchez, ha puesto a trabajar a toda su maquinaria, tanto en Ferraz como en La Moncloa. En la sede de la Presidencia del Gobierno labora una ingente legión de colaboradores entregada a generar alambicadas estrategias en el intento desesperado de revertir las encuestas, en las que la opción socialista sigue en caída libre, en favor del ascenso del PP capitaneado por Alberto Núñez Feijóo. El trabajo de emergencia del estado mayor del sanchismo llega a la ensoñación, al ponerse el listón de lograr la efemérides histórica protagonizada por Felipe González con 202 diputados. Todos los muestreos demoscópicos, a día de hoy, dan al PSOE menos de cien diputados. Aspirar al récord que en octubre próximo cumplirá cuarenta años no deja de ser admirable, aplicando la expresión popular de más moral que el Alcoyano. De tal manera el secretario general y jefe del Ejecutivo, coloquialmente conocido como Súper Sánchez, tras la tórrida canícula comenzará a desplegar decenas de visitas y actos a lo largo y ancho de la geografía nacional. En un itinerario mucho más ambicioso que el jalonado cuando lo del Peugeot, aquella acción intrépida que avaló su ambición y cuyo resultado es conocido. Los militantes rescataron a Sánchez y lo ungieron César, con más poder incluso que el que llegó a tener el fundador del socialismo español: Don Pablo Iglesias El Abuelo. Mientras tanto, el entorno más próximo de Sánchez ya lleva semanas haciendo boca mientras vierte fuego retórico contra Feijóo, cuyo efecto los tiene realmente acojonados. El mundo al revés, el Gobierno haciendo oposición a la Oposición. Y en todo este histerismo que cunde entre quienes ven la posibilidad de perder las prebendas del poder, entre ellas la seguridad del sueldo con cargo a las instituciones, vuelve a surgir el rancio mensaje de señalar con el dedo a la prensa como elemento crucial de la conspiración para desalojar a Sánchez y sus socios del sillón curul, parafraseando al colega Ánson. Es siempre lo mismo, Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos, hizo famosa una frase siendo joven candidato a la Casa Blanca: «Prefiero prensa sin Gobierno, que Gobierno sin Prensa». Empero, en la recta final de su segundo mandato aseguraba que lo único verdadero de los periódicos eran los anuncios publicitarios. En plena era de las nuevas tecnologías, la percepción de cierta clase política parece seguir anclada en los albores del siglo XIX.

Los Gobiernos cambian por sus propios desatinos, sometidos a la grandeza de las urnas. Siempre ha existido cierta connivencia entre las empresas periodísticas y la política, pero en un contexto de café para todos. El fenómeno se reproduce desde posiciones interesadas de derechas e izquierdas. El periodismo es necesario en toda sociedad libre. Como tantas veces denuncia el maestro Raúl del Pozo, vivimos tiempos de intolerancia extrema, plagados de presiones, cuando no amenazas, hacia quienes no siguen la línea de lo considerado en cada momento políticamente correcto al gusto del poder de turno. Es deseable el hierro de la crítica, la vigilancia de la gestión y cuestionar a quienes tienen en sus manos las riendas de la nación. Repudiables resultan los modelos de la desaparecida cadena de medios del Movimiento Nacional; los actuales formatos del periódico Gramma, órgano del Partido Comunista de Cuba o el tabloide Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Jean Daniel, icono del periodismo francés de izquierdas dejó escrito: «La fascinación del poder no debe hacer caer al periodista en la complacencia, la indulgencia y la corrupción». Daniel fue íntimo de Mitterrand.

Periodista y escritor

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