Es higiénico desengancharse por dos horas de los interminables funerales de Isabel II, aunque sea para ver a Pedro Sánchez sin corbata y con vaqueros, analizando una asignatura en la que ni Feijóo le negará la maestría. La sorpresa de la selección española consistía en llegar a cuartos de final del EuroBasket, apresar el oro pertenece al reino de la magia, hasta el punto de que permite explicarlo incluso por el influjo del presidente del Gobierno. Es broma.

Ha sido un europeo de tercera categoría, pero España no tiene la culpa.

Quienes deben dar explicaciones son Antetokounmpo, Doncic y Jokic, estrellas rutilantes incapaces de pastorear a sus selecciones ni hasta semifinales. Sus prestaciones decepcionantes son un vicio importado de la NBA. Si flaquea el jugador franquicia sobre el que se han depositado todas las expectativas, se derrumba el tinglado. El ridículo del trío sobrevalorado también servirá de escarmiento a quienes se apresuran a compararlos con Michael Jordan.

Los Hernangómez son tan hermanos que se ofrecen sus resultados conjuntos, como si jugaran en la categoría de dobles. Ayer derrotaron a solas a Francia, en especial el denominado Juancho a los solos efectos de preservar una semblanza de individualidad. Ahora bien, obtener cuatro triples por una sola cabeza de los siameses en el segundo cuarto, queda como estadística para la historia. El oro que han conseguido significa que los hermanos Gasol ya cuentan con herederos.

Los Hernangómez prolongan a los Gasol, por lo menos en el palmarés. A partir de aquí, caben todas las conjeturas políticas sobre la efervescencia que vive la ciudad madrileña y el declive barcelonés.

También Francia alineaba a tres madridistas. La desaparición de la fratría catalana, de Navarro y otros ha desequilibrado la balanza, aunque a España no le conviene presumir en exceso de los valores identitarios de su plantilla.

En efecto, estamos apuntando a Lorenzo Brown, como se llamaría él mismo si supiera pronunciar la palabra «Lorenzo». Sin este base con dedos de brujo, España no hubiera ascendido al trono europeo, y haberlo encontrado es la clave, por encina de una pureza genética de la que no puede presumir ninguna selección.

Brown es un español de ocasión pero, como diría Edward James Olmos enBlade Runner con resignación, «¿quién no lo es?». Lo cual lleva a Rudy Fernández, el único habitante del Estado que confiaba en el título según demuestra su bronca fenomenal, y también heredada de su padre recientemente fallecido, en el descanso del España-Finlandia.