Harry Houdini fue un célebre ilusionista y escapista austrohúngaro que causó sensación en el mundo a finales del XIX y el primer tercio del XX, gracias a sus imposibles trucos de magia. Aquí, en versión política, cuyos efectos son más peligrosos que los producidos en el escenario de un teatro, tenemos nuestra versión del Houdini nacional: Pedro Sánchez. El más avieso de los líderes que ha dado la democracia española cada día se supera así mismo, sin pararse en barras.
En el último Consejo de Ministros ha regado de millones a pensionistas y funcionarios, mientras el Banco de España cuestiona esos Presupuestos Generales del Estado, advirtiendo que las previsiones de recuperación del Gobierno están lejos de la realidad, por lo que habrá que esperar al 2024 para recuperar los niveles previos a la pandemia. El miércoles, en la sesión de control al Ejecutivo en el Congreso, Inés Arrimadas, tras negar el apoyo de Ciudadanos, le dijo a Sánchez: «No tiene derecho a hipotecar a las próximas generaciones para pagar su campaña electoral». Ni caso. El presidente, una vez convencidos sus socios de Podemos y reafirmados los lazos con Bildu a costa de caro peaje, ríe complacido. Le importa una higa que ese mismo día García-Page, sin cortarse un pelo, le diga a Carlos Alsina lo que otros barones del PSOE callan: «Yo no soy sanchista».
Nuestro Houdini pone a prueba sus dotes de mago populista ante las citas electorales del 2023. Tras el anuncio de un presupuesto récord, el Senado ha aprobado la Ley de Memoria Democrática. Según Feijóo: «Atenta contra el espíritu de la Transición. Bildu no puede ser el notario que reescriba la historia de España». Sánchez no se para en barras.
Periodista y escritor
