Nuestros tirios no habitan una ciudad en la antigua Fenicia, ni nuestros troyanos deambulan por Troya en la vieja Anatolia. Nuestros tirios y troyanos no camparon por el Mediterráneo oriental, sino por el occidental, por el País Valenciano que un día fue reino confederado con otros reinos peninsulares, y antes fue Xarc al-Andalus, el este geográfico del Al-Ándalus hispanomusulmán de taifas con alta cultura y escaso poder militar. Vecinos y allegados junto al Riu Sec, nuestros tirios y troyanos vienen a ser ahora los partidos mayoritarios a derecha e izquierda que celebran el 9 d’Octubre con una catarata de divertidos actos folclóricos a lo largo y estrecho de las tierras valencianas; que lo celebran con discursos más menos que más reivindicativos y reiterados año tras año sin demasiado valor; que lo celebran también con los puyazos políticos oportunos porque en las Cortes Valencianas y en ayuntamientos los adversarios proceden los unos de Fenicia y los otros de la península de Anatolia. Un domingo festivo de temperaturas agradables, de aburrimiento político con alguna nota destacable como las palabras, en el Palau de la Generalitat, del escritor Manuel Vicent, el paisano de La Plana, nacido en la Vilavella.
Las palabras de Vicent le marcaron a uno el camino que conduce a los versos de otro gran escritor valenciano cuando este territorio era la Xarquía oriental de la Península: Ibn Khafaja d’Alzira. Temperatura agradable y lectura amena para un 9 d’Octubre. Es uno de los grandes poetas en la lengua del Corán, cuya obra se recita en los centros escolares de casi una veintena de países. Un clásico que recuperó el Consell Valencià de Cultura hace más de tres décadas cuando editó una antología de sus casidas y diwanes, que se volvieron a reeditar en el 2017. Son composiciones poéticas cortas donde aparece el amor intrínsecamente unido a un paisaje valenciano que todos conocemos, en ocasiones; en otras es la poesía báquica que canta los placeres de la carne y el vino, o pone de relieve las cosas pequeñas de la cotidianidad humana que cobran importancia en los estados amorosos. Pero siempre con el sello valenciano en cada verso en cada rima. Versos sin fronteras que se hicieron universales en el ámbito de la literatura.
Las ediciones del Consell Valencià de Cultura son trilingües: árabe, valenciano, castellano. Y las traducciones no son traiciones, como dicen los italianos, sino obras de arte o recreación artística con las palabras. La traducción del árabe al castellano es de Mahmud Sobh, y del castellano al valenciano de Emili Piera. Mahmud, fallecido el pasado mes de febrero fue un apátrida palestino a quien se le despojó de su hogar a finales de los años cuarenta, desde el campo de refugiados palestinos en Siria acudía a la Universidad de Damasco a estudiar literatura, aterrizó en España a mediados de los años sesenta con poco más de treinta años y se casó junto al Clot de la Mare de Déu en Burriana con una moza de aquí. Fue y es un gran poeta. Una de sus poesías encabeza la antología del Consell de Cultura, se conforma el poema como un apóstrofe lírico a la población de Borriana: Cuántos mares navegué/ hasta llegar a tu puerto, Burriana./ Vengo desde otra orilla/ que se ha hundido/ en el odio de la historia/ tan mal interpretada.
Quien sí interpretó la historia de forma acertada fue el investigador y científico Santiago Grisolía, que se fue al más allá con muchos años el pasado mes de agosto, que fue presidente del Consell Valencià de Cultura. Grisolía, a propósito del poeta valenciano de Alzira escribió: «Acostar-se a la seua obra és no sols acostar-se a una poesía de qualitat, sino també saber situar-nos d’una manera més cabal en el nostre context geogràfic, sociocultural i, al capdavall polític, en el sentit extens de la paraula». Lejos, muy lejos de tirios y troyanos estuvieron Ibn Khafaja, Sobh y Grisolía, el pasado 9 d’Octubre.
