Opinión | LA RÚBRICA

Paco Arnau

Aquel 28 de octubre

El implacable paso del tiempo no parece haber logrado disipar del todo el recuerdo de aquel domingo 28 de octubre de 1982 ni de lo que significaron las elecciones generales de aquel día en el curso de nuestra todavía reciente historia política.

«Hay que cambiar, pedía el himno socialista, los aires de esta tierra maltratada. Abramos las ventanas a un nuevo día…».

Castellón supo cambiar aquel día. Y así lo difundimos mediante unos sencillos adhesivos, que fue una novedad del momento con la que corresponder a la confianza del 49,6% otorgada.

Cuatro décadas después es inútil entretenerse en añoranzas sin ventajas. Ni cualquier tiempo pasado fue mejor, salvo en la cifra de 202 diputados conseguida, ni el adanismo de querer empezar desde cero cada cuatro años sirve a un proyecto político cimentado en legados históricos superpuestos unos con otros, progresista en el doble sentido de avanzado en su definición y progresivo en el tiempo. La evocación sosegada de un pasado sirve para sortear con eficacia el inevitable riesgo de perder energías inventando lo que ya fue inventado.

Alfonso Guerra

Acudimos a las elecciones sin prácticamente equipaje ni experiencia democrática. Nos sirvieron en gran medida los usos de fuera para saldar los vacíos de dentro. Brand, Mitterrand, Palme… fueron las fuentes, llegando a decirse que parecíamos el brazo español de la socialdemocracia alemana. Sabíamos los candidatos a grandes rasgos lo que se debía hacer una vez alcanzado el Gobierno. Sin necesidad de acudir a abrir las mil carpetas de instrucciones, nunca distribuidas, que, se comentaba, disponía Alfonso Guerra para organizar la nueva Administración y el Gobierno.

De las circunstancias todavía inconcebibles da cuenta el hecho de que estuviera preparado un nuevo golpe de Estado para el día anterior de aquel domingo de elecciones. «No más golpes» fue la taxativa orden a Narcís Serra en directa consecuencia y respuesta.

La batalla más inmediata fue, no obstante, tener que hacer frente, junto con el terrorismo, al deterioro social existente. La asistencia sanitaria no alcanzaba a toda la población, las pensiones eran muy bajas y perdían rápidamente su valor, se tardaban 6 meses en ser reconocidas, el nivel de fraude en las cotizaciones sociales era muy elevado... Llegaron muchas soluciones.

Hasta que una nueva mayoría en las siguientes elecciones rubricó con su voto que íbamos «por buen camino».

Exdiputado socialista por Castellón

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