El Periódico Mediterráneo

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Basilio Trilles

BABOR Y ESTRIBOR

Basilio Trilles

El papa Francisco y ETA

Felipe González buscaba a Alfonso Guerra en el 40 aniversario de la histórica victoria socialista, no lo encontró. Pedro Sánchez, impávido, asomaba la sonrisa del lobo estepario que es. Horas antes Alberto Núñez Feijóo rompía amarras con el director de La Moncloa Pictures, a punto de ser engatusado por el maestro encantador de serpientes, entregado a los golpistas de Cataluña para asegurar su apoyo. Inmediatamente después de tan destacados acontecimientos, ocurridos en cuarenta y ocho horas, la factoría de efectos especiales de Ferraz y Presidencia del Gobierno, con la asistencia periódica de José Félix Tezanos, el pope socialista del CIS, ponía en marcha la esperada acción de acoso y derribo al presidente del PP. Todo ese ingente potencial, más medios de comunicación cebados por el pesebre oficial, prospera bajo la interesada indulgencia de quienes se desviven señalando el fantasma de lo que denominan facherío y la empanada mental de la Bruneta mediática, en alusión a un frente construido desde alambicada quimera que ejerce, supuestamente, de ariete contra la política del Ejecutivo de los Tres, al que insuflan oxigeno independentistas y bilduetarras. O sea, los enemigos acérrimos de España.

Toda la tinta de calamar que sueltan los tentáculos pro poder sanchista, pretende propiciar distracción en cuestiones nucleares que no resultan baladís. Provoca arcadas la ausencia de escrúpulos con la que el Gobierno de los Tres aborda el lacerante asunto de los presos no arrepentidos de ETA, meros asesinos en serie. Etarras irrecuperables para la sociedad, cuya hoja de servicios en derramamiento de sangre (Parot y Txapote se llevan la palma) deja a la altura del betún al mismísimo Hannibal Lecter, personaje creado por el novelista Thomas Harris e inspirado en Robert Maudsley, encerrado bajo tierra desde hace 43 años en una celda de cristal de la prisión de Wakefield, Reino Unido.

Ojos cerrados y oídos sordos

Invito a la visualización de la espléndida película dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón cuyo protagonista es José Coronado: Todos estamos invitados. Fresco sobre la canallada de ETA bendecida por curas perversos, bien retratados por Aramburu en la figura de Don Serapio, significado personaje de su soberbia novela Patria. Tipos amorales enfundados en sotanas que, tras emponzoñar a la feligresía desde confesionarios y púlpitos, se prodigaban en las sociedades gastronómicas donde, mientras apuraban el besugo acompañado de chacolí, apoyaban la patriótica labor de los sicarios de la muerte: «La sangre está justificada cuando es de los enemigos de nuestra tierra». Ahí el papa Francisco ha seguido la política que ha mantenido el Vaticano durante dos mil años: ojos cerrados y oídos sordos, bajo la inspiración del Espíritu Santo, quien todo lo puede y perdona.

Igual que investigan a ungidos malnacidos pederastas, la Iglesia tiene el deber de ahondar en el demoniaco papel de sacerdotes que alimentaron a la bestia. Algunos siguen en lo mismo. Hace dos años nos desayunamos con la declaración del párroco de Lemoa: «Que un pueblo oprimido que quieren conquistar responda con violencia no sé hasta qué punto eso es terrorismo». Las indeseables palabras del maligno representante de Cristo provocaron que meses después el Nuncio Apostólico en España remitiera al Santo Padre un inédito dossier sobre la relación de la curia de Euskadi con ETA. Su Santidad pasó la pelota a la Iglesia vasca, lo cual resulta un pan como unas hostias. Seguiremos esperando respuesta de Francisco.

Periodista y escritor

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