El Periódico Mediterráneo

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Carlos Tosca

VIVIR ES SER OTRO

Carlos Tosca

De querer y poder

Quizá uno de los síntomas de la madurez sea el preguntarse si podíamos haber hecho más en el pasado. Lo veo como una cuestión absurda. Parece lo normal responder afirmativamente, y si alguien piensa lo contrario, que logró tanto como pudo, levanta mis sospechas: o bien le faltó ambición o estamos ante un engreído insoportable. Se lo digo a mis autores cuando, ya terminado su libro, ya corregido mil veces, ya a punto de entrar en imprenta, tratan de cambiar esa frase, ese párrafo, ese nombre de uno de los personajes: las novelas no se acaban nunca, se abandonan.

Si lo analizamos en detalle, hasta en El Quijote encontraremos cosas a mejorar. La perfección es imposible, doblemente imposible en el arte que, por definición, ya es de por sí imperfecto. Una silla, por ejemplo, se construye con el objeto de sentarse; logrado que nuestro trasero se aposente sobre ella con un mínimo de comodidad, tenemos un objeto perfecto, más bonito o menos, más ergonómico o menos, más elegante o chapucero, sirve al propósito de su creación por lo que es perfecto. Hablamos aquí de artesanía. No así una obra de arte, que para obtener la misma categoría debería gustar a todo el mundo en cualquier momento de la historia. Eso nunca se ha dado. El arte perfecto sería aquel siempre valorado unánimemente, sin ninguna discrepancia. Vuelvo a la más conocida obra de Cervantes: he topado con gente, aunque suene increíble, a la que no le parece excepcional. También me las he visto con quienes ni siquiera la han leído. Estos últimos me dan pena y envidia a la vez. Tristeza por carecer de la curiosidad necesaria para acercarse a la considerada como primera novela moderna y también la más grande escrita jamás. La envidia viene porque aún están a tiempo de adentrarse en sus páginas y sorprenderse; aunque es una envidia de perfil bajo porque las aventuras del ingenioso hidalgo siempre sorprenden, por muchas veces que se hayan leído. Además despiertan carcajadas, reflexión y mucho, mucho asombro a poco que el lector se sienta predispuesto.

Analizado así, es decir, que siempre debemos considerar que podíamos habernos acercado más a la perfección, nuestras vidas se convierten en una obra de arte, por definición, como comentaba antes, imperfecta de por sí. Hasta Nelson Mandela, Gandhi o Chiquito de la Calzada puede que tuvieran su lado oscuro.

Uno de los más grandes

Recientemente vi un documental sobre el humorista Eugenio. Siempre me ha parecido uno de los más grandes. A la hora de hacer reír era un genio, pero su vida personal fue tormentosa e insatisfactoria, al menos eso se deja entrever de quienes le conocieron. En otro reportaje se hablaba del rey emérito, una persona que en este país alcanzó cuotas de popularidad y aprobación inmensas, casi unánimes. Pasado el tiempo, y aunque él siga vivo allá en la distancia, sabemos que de puertas adentro los avatares de su cotidianidad eran poco edificantes, al contrario de lo que mostraba su imagen pública.

Tanto el contador de chistes como el anterior rey, sin duda, pudieron hacer más. Resulta muy fácil, quizá por lo extremo de los casos, el censurarles, reprocharles una conducta errática justo en el momento en que tocaron techo, uno cuando era artista de altísimo caché y el otro con la jefatura del Estado como responsabilidad, nada menos. Pero a veces no ya alcanzar la perfección sino simplemente estar a la altura de las circunstancias se vuelve una pequeña odisea personal casi imposible de lograr. Se dice que quien hace lo que puede no está obligado a más. Igual bastaría con no meter mucho la pata.

Editor de La Pajarita Roja

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